Desde muy antiguo, el intercambio de mercancías fue acompañado de confianza. Con el tiempo esta confianza sería materializada en la moneda, hasta llegar a los modernos bitcoin. Pero la esencia es la misma: establecer una garantía por un valor material o no. Por eso, como ha destacado una de las mentes más creativas del mundo empresarial, era necesario dar un paso más: «Después de veinte años fabricando exprimidores de naranjas, nos dimos cuenta de que aquello no daba para vivir como es debido». Y añadió: «Dimos la vuelta al concepto de imprimir dinero tras leer un artículo sobre la desarticulación de una banda de falsificadores». Para concluir: «Hasta que dimos con un método legal: exprimir dinero». Fue así como, tras años de investigación y desarrollo, se acabaría fabricando el primer exprimidor de dinero.
El artilugio no ocupa más que una pequeña masía o un humilde cortijo. Y su funcionamiento no requiere más que una docena de abogados y un par de contables bien pagados y sin escrúpulos. Por lo demás, usted puede hacerse con un exprimidor de dinero si cuenta con los contactos adecuados y sabe esperar.
Aunque las tres mil quinientas toneladas de metal pueden disuadirle, la empresa brinda una flota de camiones si usted no dispone de vehículos adecuados para el transporte. El montaje se lleva a cabo en escasamente siete años. Y, a partir de entonces, usted disfrutará de los indudables beneficios de este ingenio. Desde esta sección, servidora es consciente de que se trata de un artilugio nada glamuroso, pero estoy convencida de que, una vez lo tengan, hará las delicias de propios y extraños.
Por el momento, el fabricante ha destinado los primeros modelos al uso particular. Estima que en tres o cuatro décadas habrá desarrollado un modelo para pymes. En cualquier caso, como señala el portavoz de la compañía fabricante: «Todo dependerá de la demanda y de la supervivencia de estas empresas para entonces». Sea como fuere, el futuro ya está aquí y nadie se escapa.