En cierta forma, ya lo comentaba Mark Twain: «Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar». Porque somos así de gregarios. Para lo bueno y para lo menos bueno. Y ustedes se preguntarán cómo esta señora que acostumbra a presentar tendencias se dedica ahora a tirar piedras sobre su propio tejado. En primer lugar, deben saber que el espíritu de esta sección no son las tendencias per se, sino aquellas novedades que les hagan la vida fácil. Y, en segundo lugar, servidora, que ya tiene unos años, utiliza mecanismos para separar el grano de la paja. Y de eso vengo a hablarles.
Mio caro maggiordomo, como acostumbro a llamar a Bautista, no es un hombre de luces, pero sabe darme lo que me gusta. De sonrisa agradable y verso suelto, le gusta opinar de todo sin mayor base que esa seguridad suya para esto y aquello. Es el catedrático de las verdades como puños. No se pierde tema mediático alguno, de todo comenta y extrapola, con ese juicio que chorrea testosterona. Y, como sabe con quién se juega los garbanzos, ante un amable gesto de mi mano, retira el mondadientes de sus ceñidos labios y, sin resoplar, apostilla: «Pero cualquiera sabe». Hasta ese instante me ha estado poniendo al día de las ideas más infames que ha ido atesorando. No me digan que no es un buen filtro.
Bien, lo que les recomiendo no es que contraten un sirviente como Bautista, pues como él hay pocos. No. A lo que los animo es a que cotejen las informaciones con sus amistades, mucho más económico, dónde va a parar. Ya que, aunque esas personas no les van a resolver la papeleta como il mio caro maggiordomo, ustedes sabrán dilucidar con el tiempo qué personas son de fiar, que es lo más parecido a un mayordomo que pueden encontrar por tan módico precio.