Exhumación poética de «Pedro Páramo» (Juan Rulfo)

Gabinete de labios periféricos

Si yo hubiera escrito Pedro Páramo no me preocuparía

ni volvería a escribir nunca en mi vida.

Gabriel García Márquez

 

El martes de esta semana, 16 de mayo de 2017, se cumplió un siglo del nacimiento de Juan Rulfo, escritor de dos obras solamente. El llano en llamas, una recopilación de cuentos, y la novela Pedro Páramo, que está considerada como una de las obras cumbre de la literatura hispanoamericana del siglo XX. La cita de GGM que encabeza esta exhumación es suficientemente explícita.

La edición mexicana que palpita en mi gabinete corresponde a la conmemoración del citado centenario, y es el texto definitivo de la obra establecido por la Fundación Juan Rulfo. Nos hallamos pues ante la edición canónica de Pedro Páramo, protagonizada por Juan Preciado, quien le promete a su madre en el lecho de muerte que regresará a Comala para reclamar a su padre, Pedro Páramo, lo que les debe. Comala, una localidad abandonada en un paraje desértico donde los muertos explican lo que aconteció. Puesto que la historia está transitada por espectros, no es extraño que el primer título de la novela que barajó el autor fuera Los murmullos.

Esta breve novela (breve en extensión pero no en su ejecución, ni en el rastro indeleble que deja en quien se adentra en sus entrañas) se ha considerado precursora de lo que después se denominaría realismo mágico, puesto que el libro rompe con la tradición mediante su estructura y la utilización del lenguaje. Pero Juan Rulfo fue también guionista de cine y un notable fotógrafo, entre otros quehaceres. Su serie dedicada a los ferrocarriles mexicanos es, desde mi punto de vista, la mejor que retrató. Y en este lenguaje de imágenes es donde hallamos una de las claves para entender cómo construyó Rulfo su novela, que requiere del papel activo del lector para organizar esa suerte de breves escenas que se asemejan extraordinariamente a un montaje cinematográfico discontinuo. Un artefacto de secuencias desoladas donde la poesía está siempre presente y que Eduardo Rivero denomina “transpoética”. En este sentido, Beatriz Pereira y Carlos Fernández hablan de “una estructura construida de silencios, de hilos colgantes, de escenas cortadas, donde todo ocurre en un tiempo simultáneo que es un no tiempo”. El propio Juan Rulfo afirmó que el cometido más difícil que afrontó al escribir la novela fue eliminar la voz del autor. Eliminarse para que los personajes funcionaran por sí mismos. De ahí el lenguaje desnudo y casi primordial que se depura hasta orillar el silencio. Leer Pedro Páramo es, en fin, una experiencia que sacude con latigazos de gran literatura esencial.

Para exhumar el poema he calculado la edad del autor cuando se publicó la primera edición (1955-1917=38, y 3+8=11). El título será el inicio de la obra (p. 5). A partir de dicha página sumaré 11 sucesivamente (16-27-38-49…) hasta la 126. El verso final lo formará la frase que concluye la obra (p. 132). Y el poema exhumado es el que sigue:

 

Vine a Comala

Mucho más allá de todo

tal vez haya

la casa deshabitada

con orillas de llorar.

 

Más allá de la tierra

amarrada a mi corazón

la muerte no se reparte

entre mis piernas,

me late,

cuerpo azorado y tembloroso.

 

Se me murió

como si fuera un montón de piedras.