Exhumación poética de «Libro del desasosiego» (Fernando Pessoa)

Gabinete de labios periféricos

 

«El hombre moderno no puede definir nada y Pessoa no definió nada;
nos ofrece aprehensión, máscaras y paradojas ante la inseguridad absoluta,
una vez desaparecidas las verdades universales y eternas, sin dioses ni tutelas.»

Perfecto E. Cuadrado

 

La monumentalidad de Libro del desasosiego es indudable. El ejemplar de mi gabinete (edición de Richard Zenith y traducción de Perfecto E. Cuadrado) contiene, a lo largo de sus casi seiscientas páginas, numerosas señales que marcan pasajes que durante su lectura me han impresionado, y me reconozco en ellos a menudo, compartiendo ideas y contradicciones. Y es que esta obra funciona como un oráculo y rara es la vez que, abriéndola al azar, no añada una nueva marca. El volumen está compuesto por la reunión de miles de fragmentos desorganizados que el portugués escribió entre 1913 y 1935. El esfuerzo para poner orden a tal caos fue y sigue siendo ímprobo, ya que muchas de las piezas de este puzzle gigantesco han tenido que ser, literalmente, descifradas. Baste decir que la primera edición no vio la luz hasta 1982 (recordemos que Pessoa, acompañado de sus heterónimos, se suicidó en 1935 a los 47 años).

Se ha dicho que es el diario de un inadaptado, un inventario de los estados del alma. Que es la obra donde Pessoa explora su faceta más metafísica y existencial, reconociendo siempre, como todo poeta no puede dejar de constatar, la ineficacia del lenguaje para decir lo que se pretende. Por tanto nos hallamos ante una obra extraordinariamente vigente y moderna que crece con cada lectura. Un volumen que es a la vez libro de bitácora y biblioteca del náufrago contemporáneo.

Afrontar la exhumación poética de Libro del desasosiego podría considerarse una desfachatez vandálica, pero atreverse es acercarse al abismo del fracaso sabiendo que la victoria es el propio precipitarse al vacío. Por otro lado, que Fernando Pessoa y su obra más importante no estuvieran presentes en esta serie de exhumaciones sería una cobardía o una imbecilidad. O ambas.

El poema será exhumado de la parte más extensa de la obra (Autobiografía sin acontecimientos) que se extiende a lo largo de más de cuatrocientas páginas y está compuesta por fragmentos numerados (del 1 al 481). Resto entonces de la fecha de la primera publicación el año en que inició el autor su escritura: 1982-1913=69. Y 6+9=15. Decido que tomaré el título del fragmento 1 y a partir de ahí, sumando 15, saltaré de fragmento en fragmento (1, 16, 31… 481) y de cada uno elegiré un verso del poema. Como siempre, la elección no puede corregirse, yendo siempre hacia adelante, enloquecido como un flujo piroplástico. 

 

La diligencia del abismo

Llegué a Lisboa.
Es el universo desnudo,
mi alma entera.

Soy un pozo de gestos
con aceros y bronces,
un estallido de diferencia
pisoteada por mendigos.
Como todo.

Esfuerzo de sentir
la luz dura de la luna
la aflicción de ser
la ciudad anochecida
la saudade:
ocaso escandaloso
dentro del alma.

El silencio.
Por encima de todo
sus alrededores
su respirar entre los árboles.
Esa mudanza
exterior del alma.

Esta cosa que soy yo.
Andar
su inexistencia
bajo sienes palpitantes.
Tarde fría de invierno triste
mi credo.

Desde mi cuarto piso
el mismo horror de siempre
donde los paisajes son paisaje.

El inventor del espejo envenenó el alma.

Hace frío en todo cuanto pienso.