El ejemplar de La invención de Morel de mi gabinete es elemental. Lo adquirí de lance y está editado por un periódico. Es tan modesto que no incluye el prólogo que Borges redactó para la primera novela publicada por su amigo Bioy en 1940. Muestra de esta amistad fecunda y prolija es la ilustración que Norah Borges (hermana de Jorge Luis) realizó para la portada de la primera edición.
En ese prólogo que, plegado, complementa el interior de mi ejemplar insuficiente, Borges afirma: “He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”. Y es que La invención de Morel es también fundacional, pues ya que, dicen, inaugura el género fantástico en las letras hispanoamericanas. De la obra se ha escrito mucho y presenta antecedentes y secuelas de importancia. Imposible resumir aquí todos los estudios y aportaciones. No obstante, hay que decir que entre los antecedentes destaca La isla del doctor Moreau de H. G. Wells. En ambas novelas, un inventor obsesionado con la inmortalidad desarrolla sus experimentos retirado en una isla, a la cual accede un extraño que será testigo de lo que allí ocurre. En ambas obras lo fantástico nunca es sobrenatural, pues es la ciencia, la especulación de hasta dónde puede llegar, la que permite vertebrar el relato.
Otro antecedente que me es grato citar (y esta sección ha sido testigo de ello) es Locus Solus de Raymond Roussel. Me gusta la sonoridad de Morel con Canterel, el científico e inventor rousseliano que, mediante la sustancia denominada resurrectina, consigue que los cadáveres tomen vida reproduciendo el acontecimiento más significativo de sus vidas una y otra vez. En el caso de Morel, su invención consiste en una tecnología parecida a la holografía, mucho más compleja, gracias a la cual él mismo y sus amigos reproducirán cíclicamente, tras haber muerto, las jornadas pasadas en la isla. En ambos antecedentes, reflexiones sobre el amor, la inmortalidad y la creación en una literatura de alta intensidad.
En cuanto a las secuelas, cabe resaltar que bajo la influencia de la novela de Bioy Casares, Alain Resnais dirigiría en 1961 la película El año pasado en Marienbad, con guión de Alain Robbe-Grillet. Y Vila-Matas declara que la obra que aquí nos ocupa es esencial para su última novela publicada, Marienbad Eléctrico.
Para exhumar el poema en esta ocasión, sumaré los años de publicación de las obras de H.G. Wells, Roussel y Bioy Casares (respectivamente, 1896+1914+1940 = 5750). A su vez, 5+7+5+0 = 17. Y, finalmente, 7+1 = 8. Así, de la octava línea de la página 8 y de sus múltiplos (8, 16, 24, 32…) tomaré un verso. A este procedimiento añadiré dos imposiciones más, como homenaje a esa trama perfecta a la que aludía Borges: incluir la primera frase de la novela como título del poema y la última frase de la misma como último verso. Y así es como ha resultado la exhumación:
Hoy, en esta isla
Los documentos
recorrí, los estantes, buscando
una esperanza.
Lo único milagroso:
el coraje.
La piel es femenina:
Faustine.
Por los pasillos
nadie ha venido a buscarme
el milagro de ese viaje.
Cuando todos se vayan,
claro,
todas las vidas
lo protegerán.
El hombre surgirá solo
subiendo la marea
(malgastar el aire
un peligro).
El proceso de mi muerte
será un acto piadoso.