Estuche de costura

Trampantojos


Mi comunidad de vecinos es como un tapiz cosido de retales, empezando por la señora del primero, de ojos grandes y mirada metálica y cortante como tijeretazo, tan distinta de su yorkshire Botón, que se deshace en carantoñas cada vez que le acaricias. Al jubilado del segundo es mejor no darle mucho carrete: si coge el hilo de una conversación, no te suelta en un buen rato. El larguirucho estudiante de metrología del tercero siempre anda corto de dinero, aunque nunca deja pasar la oportunidad de invitarme a un dedal de ron en el salón de su casa. A los punkis del cuarto los verás día sí y día también luciendo una camiseta con el inconfundible logotipo de su banda, Los Imperdibles. El cotilla oficial del bloque vive en el quinto: de su lengua salen chismes como alfileres malvados que solo desean clavarse en tu carne, ¡cómo me gustaría coger una aguja y zurcirle esa bocaza! Y en el sexto vivo yo, que lo que más me gusta es enhebrar historias que hilvano sobre las hojas en blanco de mi cuaderno.


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