Maria Coma (Barcelona, 1991) es fotógrafa, graduada en Bellas Artes y en Fotografía por el Centre d’Estudis Fotogràfics de Catalunya. Ha expuesto colaborativamente con otros artistas desde sus inicios y también individualmente desde 2016 cuando fue seleccionada para la Fundació Setba Jove (Barcelona, 2016). En 2017 fue Finalista al Premio de Fotografía de la Fundació Vila Casas, así como en los Ginmg Lamonophoto Awards (Barcelona, 2019). En 2020, junto al diseñador y fotógrafo Jota Scarcella (Salta, Argentina, 1990), fundan en Sants, Barcelona, Gajo Studio con la voluntad de especializarse como artistas visuales en los campos de fotografía de bodegones, escenografía y dirección de arte.
Lourdes Fuente (Instagram, 2018) habla sobre la obra ganadora de Maria Coma: «Elegimos su fotografía porque desde el primer momento nos gustó cómo el color rojo se adueña de la escena. Es esa tela que vuela la que dirige al sujeto, un sujeto inmóvil que queda retenido y poco puede hacer. Como nuestra mirada, la del espectador, que queda atrapada por esos tonos rojizos y nos transporta al universo de la fotógrafa.
» Nuestra sorpresa vino cuando, después de haber elegido su foto, entramos a su cuenta de Instagram y vimos que si hay un color que define a Maria ese es, sin duda, el rojo. En las fotografías de Maria el rojo no es sólo un color, es el eje sobre el que gira todo. Las telas, los cuerpos, los paisajes… todo está teñido de rojo.»
PREGUNTA.- ¿Qué fue lo que te llevó a dejar lápiz y pincel por la fotografía?
RESPUESTA.- Cuando empecé a estudiar Bellas Artes no tenía muy claro lo que quería hacer. Empecé con la pintura porque era lo que más me llamaba la atención, pero tuve una asignatura de fotografía y me apasionó muchísimo… Empecé a buscar y encontré una titulación propia de fotografía. Empezó la lucha con la familia… Mis padres, claro, dijeron que vale, pero que lo hiciera al mismo tiempo que Bellas Artes… Me di cuenta entonces de que la fotografía era lo mío. En pintura sentía que mi técnica no era suficientemente buena para logar mis objetivos; era un poco frustrante… Con la fotografía fue todo lo contrario: podía crear la escena que quería y llegar al resultado que me apetecía.
P.: ¿Cómo mejora tus posibilidades expresivas la fotografía?
R.: Para mí fue un salto muy alto, muy grande. Yo siempre he creído que tengo una imaginación limitada a la realidad… Siempre he necesitado un modelo para hacer una cara; no se me da mal, pero no es mi fuerte. ¿Si puedo fotografiar esa cara por qué la voy a dibujar? Admiro mucho la gente que es capaz de hacer un retrato sin mirar o imaginarlo; ojalá yo también pudiera, pero no es mi caso… (risas)
P.: No sé si quieres añadir algo más respecto del uso del color rojo en tu trabajo… En todo caso, sí que en tus primeras fotografías se entrevé que utilizando el pigmento figurativamente retrocedes a la práctica de la pintura…
R.: Exacto, cuando di el salto, no sabía exactamente cómo enfocar mi fotografía y encontré ese pequeño refugio en los detalles de la pintura…
P.: Lo que está claro es que el color rojo da carácter a tu trabajo, personalidad… Se vio claramente en ese concurso sobre el color rojo en Instagram; ganó la tuya de entre otras mil seiscientas fotografías…
R.: Sí que es verdad que hay mucha gente que aprecia cómo trato el rojo porque en fotografía es un color difícil… Además, obviamente, pude escoger entre tantas otras mías la mejor para ese concurso, y como se trataba del color rojo, pensé: ¡Voy a darlo todo! Fue un poco eso… (risas)
P.: ¿No abandonarás nunca el rojo en tu trabajo personal? ¿Es signo o significado? ¿Potente como sello personal o puramente simbólico?
R.: Creo que funciona de las dos maneras: es signo porque la gente me identifica con ello, pero para mí es más significado.
P.: ¿Qué significado tiene para ti concretamente?
R.: Esta pregunta me la han hecho muchas veces y me cuesta explicarlo porque para mí es algo muy interno… No es una cosa quieta, me ayuda crear esa escena que quiero… Si fuera con otro color no me pasaría.
P.: ¿Es casi como una musa?
R.: Sí, exactamente, es como mi musa; totalmente.
P.: Otras constantes en tu obra personal, aparte de los pigmentos, son las telas, los ropajes, y los paisajes… ¿Juegas con la dualidad naturaleza-manufactura?
R.: La verdad es que yo siempre me he sentido muy conectada con la naturaleza, paso mucho tiempo en la montaña… Mi abuela trabajaba de tejedora y en casa, de pequeña, siempre encontraba retales por todas partes. Entonces sentí la necesidad de crear con esas telas… Mi colección de telas es muy grande y concretamente la más especial es una de mi abuela de cuando se casó que es roja, con bordados, y con esa hice mis fotos en el río. Tiene densidad, tiene bordado, tiene historia: con esa tela empecé a encontrar cómo podía yo interactuar con la naturaleza…
P.: En todo caso, hay una nostalgia o una especie de resurrección… ¿Te interesa más la extinción de las cosas o el resurgimiento de otras verdades u otros mundos?
R.: Soy más de lo primero. Soy una persona muy melancólica… En mis fotografías intento hablar del paso del tiempo. Para mí el polvo (el pigmento) significa acumulación, y la acumulación equivale al paso del tiempo. Tengo una fotografía que es una mesa que está llena de cosas y sobre la cual se le ha ido acumulando el pigmento, el polvo, que es el paso del tiempo… Para mí la vida es el tiempo y la mochila que dejamos atrás en su pasar…
P.: ¿Cuáles crees que son tus mejores fotografías? ¿Las premiadas?
R.: Normalmente la que más me gusta es la que menos reconocimiento ha tenido. Para mí, básicamente, es una tela con una luz. Esa sería mi foto base… Ya te la mandaré… Las que más me apasionan son unas que tienen círculos en cuanto a resultado final… De las premiadas, la que más me gusta es la que hice en el pantano de la Baells: había nevado, algo poco habitual, iba preparada, me había llevado mis telas y jugué con el espejo en el paisaje, con esa sensación de arriba y abajo… Esa fue premiada, sí, por la fundación Vila Casas, y sí que es de una de mis favoritas y también es verdad que, si hay otras cuatro fotos junto a ella, ésta es la que siempre gusta más…
P.: La seleccionada por la fundación Vila Casas ya está allí en su fondo, pero ¿dónde te gustaría que estuvieran las demás o algunas de ellas?
R.: Lo he pensado muchas veces… Entrar en galerías es muy complicado, el mundo del arte me asusta… Antes pensaba que ése era mi destino, pero ahora mismo, lo que más me gusta es que la gente las compre y las tenga en su casa…
P.: ¿Y cuál resume mejor tus inquietudes artísticas?
R.: Toda mi vida he mantenido una lucha entre técnica y creatividad. Mis parejas, curiosamente, siempre han sido fotógrafos (risas) que son, generalmente, gente muy técnica. Y ahora que nos estamos dedicando a la fotografía comercial me doy cuenta de que debo tener técnica, pero también puedo disfrutar y dejar espacio a la magia. Soy consciente de que da igual que la foto esté movida, da igual que no esté encuadrada, simplemente debe ser bonita.… Recuerdo de esos momentos de dudas, por ejemplo, unas fotografías que hice de una bailarina y, claro, ésta se iba moviendo y el escenario no coincidía exactamente con lo que yo quería mostrar. Pensé: ¿Tengo que decirle que pare para que me encuadre exactamente? No; no todo tiene que ser como lo tienes planeado, hay que dejar que las cosas fluyan.
P.: Ahora hay una tendencia a no poner títulos a las obras. ¿Estás de acuerdo con ello? Te lo comento porque resulta difícil al público identificarlas, hablar de ellas. Quizás, por otro lado, los artistas habláis más de series que no de obras individuales… ¿Qué piensas de todo esto?
R.: Escribir no se me da bien… Al inicio esto me frustraba muchísimo. Me dedicaba a hacer fotos y ya está. Por eso, a veces pienso que no me veo como artista porque me cuesta defender mi obra, poniéndole palabras, títulos… Le pongo el nombre que me surge en el momento; a veces les he cambiado el nombre porque ni me acuerdo del que ya tenían…
P.: ¿No trabajas tu fondo documental? ¿No las tienes descritas, inventariadas?
R.: Las tengo organizadas, archivadas como fotos finales, sí, pero descritas, desde luego que no… Soy muy libre en este sentido. De hecho, es algo que me gustaría delegar. Necesitaría a alguien que me hiciera esas cosas, yo soy incapaz…
P.: ¿Toda tu obra es digital?
R.: No. Tengo una parte analógica, pero de la que sólo dos o tres las tengo como obra; el resto lo tengo como un diario: fotos bonitas, recuerdos de mi vida…
P.: Lo del laboratorio fotográfico en casa, la magia del revelado, ¿no te interesa? ¿Retocas el digital?
R.: Las retoco en cuanto a color y un poco los encuadres… No, no revelo. Siempre llevo las fotos a revelar. El proceso en sí no me gusta. Pienso la idea y la ejecuto, eso es lo que hago; me gustaría tener el resultado final cuando acabo de hacer la foto… La retoco en cuanto a color para resaltar algún aspecto, pero nada más…
P.: Entonces no difiere mucho del trabajo de un fotógrafo convencional, a excepción del revelado…
R.: Totalmente; se pueden hacer reservas, pero nada más. Lo que más me gusta es el raw, el crudo, que sería lo que sacas cuando haces fotografía digital. Me gusta retocar para destacar, pero no para esconder…
P.: Vivir de un trabajo profesional debe resultar difícil, ¿quizás la necesidad de diversificar para poder seguir trabajando en lo tuyo fue lo que te llevó a la idea de fundar Gajo Studio?
R.: Exacto. Quería profesionalizarme de alguna manera. No fue buscado, fue casualidad. Me encontré con Jota Scarcella, y vimos que trabajábamos bien juntos y empezamos a hacer cosas de manera colaborativa. A raíz de eso, decidimos que podríamos crear algo juntos comercialmente sin abandonar la parte creativa… Hemos fusionado mi rojo y su amarillo… (risas) De aquí, el naranja del diseño de la web…
P.: En la web habláis de dirección de arte… ¿Qué tipo de trabajos solucionáis allí? ¿Es cosa de diseño gráfico para carteles, anuncios, logos…?
R.: Lo que pida el cliente; de momento estamos haciendo fotos tanto para la venta de productos on line, como encargos para ilustrar temas…
P.: Cuéntanos algo de estos trabajos para clientes… Leo nombres de cafeterías (¡Oh, Mommy!) de joyería y accesorios en 3D (Alaska), de etiquetaje para Damm, una tienda de juguetes eróticos (¡grita o calla!) …
R.: Por ejemplo, uno de los últimos encargos fue resolver cómo representar la orientación sexual sin ser explícito. El proceso abarca desarrollar el concepto, materializarlo y lograr que el cliente lo apruebe… Lo de Damm fue un concurso al que nos presentamos…
P.: Tus primeros trabajos siempre han desprendido una intención escenográfica; recuerdo esos viejos talleres que enmarcaban tus figuras en la exposición «Camí Brodat» para el Espai Putxet en 2018. Parece como si buscases siempre u atrezo. Ahora que veo estos últimos trabajos de Gajo Studio, me confirma esa idea… Para presentar una idea hay que pensar en el envoltorio… ¿Cuánto tiempo puede llevar ese proceso? ¿Hay que encontrar algo que enfatice, que resalte o que contraste el producto…?
R.: Exacto. Eso de crear escenarios me encanta. Antes trabajaba en grandes espacios. Me servía de lo que ya existía; era fácil encontrarlos: iba a la naturaleza y ahí estaban. La parte que más me une de mi trayectoria personal a esto nuevo es la escenografía, el teatro. Si antes me servía de lo ya existente, ahora lo construyo; lo hago más geométrico. Jota es una persona muy geométrica, es diseñador de producto, lo puede materializar y yo puedo ir más allá: quiero algo y lo construimos. La parte de la escenografía, la parte de teatro es lo que más me entusiasma…
P.: Realmente hay un cambio en tu obra, ahora parece haberse vuelto más metafísica… ¿Nos hemos vuelto más etéreos, más místicos? ¿La covid ha tenido algo que ver con ello?
R.: Una buena pregunta, ¿eh? (risas) Es el resultado de la mezcla de estilos de ambos. Él es muy geométrico… De la coalición ha salido esto. Nuestro primer trabajo era «Melancolía geométrica» y ahí hay todavía mucho rojo…
P.: He oído hablar que Erika Lust, la directora de cine para adultos afincada en Barcelona, os contactó para un encargo para su próximo proyecto. Cuéntanos lo que puedas de ella, de su película y, sobre todo, de lo que habéis aportado a su proyecto.
R.: Nos contactó como estudio la productora de Erika Lust, Lust Productions, y nos comentó que ella tenía un proyecto nuevo junto a su marido, «The Porn Conversation», que trataba de ofrecer una educación sexual a niños de entre 8 y 16 años; temas como la orientación sexual, el uso de preservativos, los anticonceptivos…, cuestiones muy importantes en esa edad, cuando uno se empieza a descubrirse a sí mismo y al mundo… Necesitaban desarrollar 30 conceptos. Por un lado, querían que no fueran muy explícitos, no muy directos; querían imágenes que insinuaran y que tuvieran una estética pop que llamara la atención a niños y adolescentes. Le dedicamos unos dos meses de trabajo…Teníamos una libertad creativa total. Las personas discapacitadas, por ejemplo, no tienen por qué no tener vida sexual… Nos pareció muy interesante, aunque muy duro también. Es el tipo de encargos que nos gustan, sí. De manera que sentimos que podíamos poner toda la carne en el asador. Sobre el desarrollo de las ideas, por ejemplo, el de la orientación sexual: ¿Cómo lo podíamos representar?, pues con una brújula… Algunas tienen palabras, pero en todo caso siempre dentro de la imagen… En otra, que debía hablar del orgasmo femenino, construimos una montaña rusa que tenía forma de clítoris; entonces básicamente la imagen es una vagoneta que está en la cima de esa montaña rusa, en la cumbre, y entonces, pues «¡ay!»… (risas)
P.: Entre otras cosas, también quiero preguntarte cuándo se conocerá este proyecto y si tendrá repercusión en vuestro trabajo…
R.: Nos dijeron que saldría en este mismo septiembre y que se presentaría en diferentes centros escolares y en colectivos a nivel global; todo en inglés, porque nos lo pidieron así. Aunque no tienen la obligación de que figuremos como fotógrafos, puesto que es un encargo pagado, sí que va a tener mucha repercusión para nosotros. Todo esto (el nacimiento de nuestro estudio y el encargo de Lust) nació en octubre, en plena pandemia y ha sido una oportunidad muy interesante. Tenemos otros encargos, aunque de momento no podemos hablar de ello… Creo que nuestro estudio puede evolucionar francamente bien.
P.: ¿Cuál sería tu mayor ambición?
R.: Tener mi propio estudio en condiciones. Me compraría un estudio en Poblenou o una fábrica y la acondicionaría para disponer de diferentes espacios equipados, con un plató y todo lo demás, y que lo pudiera alquilar. Me gustaría no tener otra preocupación que levantarme y pensar en qué voy a crear hoy… Y también, claro, tener dinero para viajar a sitios que tengan espacios fotográficos interesantes. Me gustaría hacer mis fotos, pero allí: Japón, Islandia, ¡Wow! (risas)
P.: Alguna cosa que sea importante para ti y que no hayamos comentado… ¿Tus maestros? ¿Tus referentes? ¿Tus esparcimientos?
R.: Me gusta comentar que soy una persona que me encanta buscar referentes. Un diez por ciento de mi día lo empleo en buscar referentes: exposiciones, libros, buscar cosas por Google, por las redes… Por otro lado, una experiencia de hace tiempo fue una revelación: una vez fui a Londres, en 2010, creo recordar, y conocí la obra de Sally Mann. Era una exposición pequeñita y me quedé atónita; me cambió la vida. Esta mujer hacía fotos de placa de colodión húmedo. Me abrió la posibilidad de la foto analógica con otros estilos. Ella hacía todo su proceso, desde el inicio hasta el final… Su proyecto más conocido es el de sus hijos cuando estaban creciendo, también el de su marido enfermo, así como una serie de fotografías sobre la descomposición de cadáveres colocados en los bosques… Normalmente la gente trabaja con placas pequeñas y las de ella eran enormes. También me interesó Duane Michals que es un hombre vinculado a la secuencia: varias fotos te cuentan una historia y juega mucho con el surrealismo; hizo una exposición en la Fundación Mapfre en 2017… Así que mis libros preferidos son los de fotografía y soy muy de ir a pasear, ir de excursión, de buscar rincones y sitios nuevos: me llevo mi móvil, mi cámara analógica…
Foto: Jota Scarcella