Don Bermudo y doña Veremunda

Ultramarinos y coloniales


Aquí se narra la tórrida historia del conde don Bermudo y de doña Veremunda, esposa
de don Guzmán de Uribe, marqués de Silo Seco, supuesto antepasado mío,
por Bernaldo de Uribe, para servir a Dios y a ustedes.



Tras encontrarme en el Parador de Turismo al fantasma de don Bermudo1, decidí investigar por mi cuenta para completar la información sobre mis antepasados. Y tras hojear la wikipedia, el OK diario y otras fuentes fiables, topé con noticias jugosas.

Don Bermudo, amigo personal de don Guzmán, frecuentaba mucho el castillo y gustaba de la grata compañía de su amigo y de la esposa de este, la cual no era ajena a las miradas algo indiscretas que el conde le dedicaba, pues ella era joven y lozana, en edad de merecer, de buen ver y mejor catar. Y el duque, algo confiado y ciego, no sospechaba que en aquellos encuentros amistosos se comenzaba a fraguar una relación adúltera que pondría todo patas arriba. Pues es cosa sabida que don Bermudo aprovechaba la mínima ocasión para visitar a doña Veremunda y lanzarle palabras con doble sentido y miradas cargadas de deseo. 

Omitiré algunos lances escabrosos de esta tormentosa relación del conde con la esposa adúltera, pues es de caballeros decentes guardar recato y contención donde otros mostraron locura y falta de respeto, lanzándose como jauría de perros hambrientos al desenfreno y a la lascivia, permitiendo que el instinto se impusiera a la cordura, la pasión a la razón y la desmesura a la templanza.

Un buen día, aprovechando que don Guzmán andaba por tierras lejanas batallando contra sus enemigos, doña Veremunda y don Bermudo no desdeñaron momento tan oportuno para darse un homenaje en la torre del ídem del imponente castillo.

—Don Bermudo, don Bermudo,
caballero aguerrido,
quién tuviera cada noche
la dicha de estar contigo.
Válgame Dios, don Bermudo,
cuerpo que tienes tan lindo.
Ven que te toque y te bese,
ahora que Guzmán se ha ido

—¡Ay, mi doña Veremunda,
qué suerte ser vuestro amigo!
¡Qué gusto la de gozarte
como si fuera marido!
¡Muéstrame presto tus carnes!
¡Abrázame, dame abrigo!
Esclavo vuestro seré.
¿El lecho será mullido?

—Don Bermudo, don Bermudo,
de vuestro amor he aprendido
la dulzura de unos besos
y otras cosas que no digo.
Dese priesa con las calzas
quitese presto el vestido
fuera la cota de mallas..
Desenvaine, dulce amigo..

—Al tiempo que me desnudo,
contemplo tu cuerpo lindo,
tus carnes blancas y magras,
tus ojos, tus labios finos.
Presto, ven conmigo al lecho.
Ya lo tengo decidido:
plantaré mi mejor árbol
en tu jardín florecido.

(Se oye ruido y voces a través de la ventana. Ella, asustada):

—Pero qué jaleo es ese
que suena por el castillo.
¡Cielos, Guzmán que regresa!
Y ahora que leches le digo.

—Dile que estabas enferma
y en la cama te has metido.
Yo salgo por la ventana
Me voy por donde he venido.

(Vase)

Ya sabemos el final. Don Bermudo fue pillado mientras se descolgaba por la ventana. Es decir, con las manos en la masa. Fue apresado, engrillado y encadenado en una fría mazmorra durante el resto de sus días. Luego, su fantasma vagó solitario por las galerías del Parador de Turismo, otrora castillo, hasta que tuvo la fortuna de toparse conmigo.

1. https://lacharcaliteraria.com/el-fantasma-del-parador-de-turismo