Lázaro Covadlo (Buenos Aires, 1937) es un escritor argentino afincado en España desde 1975. Empezó a ser conocido por el gran público a raíz de publicar en 1997 su volumen de cuentos Agujeros negros, que obtuvo muy buenas críticas. Le siguió el reconocimiento con la publicación de sus novelas: Remington Rand, una infancia extraordinaria (1998), Conversación con el monstruo (1999), La casa de Patrick Childers (1999), Bolero (2001), Criaturas de la noche (2004), Las salvajes muchachas del Partido (2009) y Taimir (2013). En 2000 aparece el libro de relatos Animalitos de Dios y en 2014 los también cuentos Nadie desaparece del todo. Algunas publicaciones reciben acogida en Portugal y Criaturas de la noche fue galardonada con el Premio Café Gijón en su edición de 2004. Covadlo escribe además para periódicos, suplementos y revistas, como nuestra Charca Literaria, donde colabora mensualmente con un relato. Su literatura es un compendio combinado de realidad y fantasía, de humor y ferocidad, potente y seductora. «Una voz narrativa que cuenta con un sorprendente mundo propio, con personajes al borde del abismo», en palabras de Enrique Vila-Matas.
P.: En 1975 partes de Argentina hacia Europa. ¿Llevas en la mochila tus orígenes rusos, tu activismo político, tu cultura indígena (lo gaucho), el gusto por la aventura, para continuar rememorándolo desde aquí?
R.: Mi origen judeo-ruso está presente en mí desde la infancia. De las culturas indígenas me atrae especialmente la del pueblo mapuche. Creo que esa temática la he rozado en parte en mi novela Remington Rand, una infancia extraordinaria.
P.: ¿Estabas comprometido políticamente o simplemente buscabas más libertad personal? ¿Exilio político o huída personal?
R.: Alguna vez estuve comprometido políticamente. En la actualidad me parece obsceno que unas personas exijan a otras que se comprometan. Cada cual debe ser libre de participar o abstenerse. Además, puede darse el caso (como por ejemplo me pasa a mí) de que uno no simpatice con ninguna corriente política o ideológica vigente. También puede darse el caso de que uno posea su propia visión (como también es mi caso) y no logre difundirla por carecer de una plataforma adecuada para hacerlo. En tal situación, pienso yo, es mejor abstenerse y esperar hasta que sea el momento oportuno. De la política me he desilusionado hace ya mucho tiempo. En general, las disputas políticas locales me saben a reyerta de patio de vecinos. Las internacionales muchas veces naufragan en el absurdo. No siempre es así, cuando se trata de regímenes francamente despóticos y criminales creo que entonces sí es válido oponerse a ellos. Es decir “mojarse”.
P.: ¿Crees que estás reescribiendo siempre el mismo libro? Hay autores que buscan siempre la originalidad; otros, mejorar y profundizar, reescribiendo sobre sus obsesiones personales y literarias. ¿Es, esta última, la literatura de Lázaro Covadlo?
R.: Creo que hay un poco de cada cosa. De todas formas, es posible que cada uno de nosotros tenga un tema recurrente, como si estuviera grabado en el ADN, pero no estoy seguro de que esto sea así.
P.: Háblanos de monstruos y de monstruosidades. El Manual de Teratología de Giordano Tallaferro es citado en todos los capítulos de Conversación con el monstruo (Emecé, 1999) —la primera novela escrita en Barcelona, pero que pasa en Argentina—; sin embargo, no es el único libro donde estas referencias son básicas para tu relato literario.
R.: Sigo creyendo lo que puse en Conversación con el monstruo. Las monstruosidades no siempre son físicas y evidentes. Hay monstruosidad muchas veces en las relaciones humanas, en las desviaciones artificiales de la Historia, en las estafas sentimentales, etc.
P.: ¿Hay tipologías de monstruos: los hay buenos y los hay malos? ¿Se distinguen por su capacidad de hacer daño o por su alcance y abasto? ¿O bien es puro argot? como queriendo decir raro, diferente o extraño…
R.: Hay monstruos terriblemente execrables, como por ejemplo los nazis, y otros que familiarmente son tildados de monstruos por cualquier cualidad excepcional: por ejemplo Picasso, o Beethoven. Tal vez Messi… ¿por qué no?
P.: Leí por recomendación tuya El secreto de Joe Gould de Joseph Mitchell. ¿Crees que Joe Gould era un monstruo por aquello de que se construyó una máscara, por si acaso fue una tomadura de pelo su obra y quedando suplantada su obra literaria por la fuerte construcción del autor como personaje excepcional, irrepetible?
R.: No creo que Joe Gould haya sido un monstruo, simplemente era un mitómano y un pobre hombre que a mí me resultó muy simpático.
P.: Siguiendo con el monstruo, parece interesarte la transmutación, la ciencia y su evolución, las cuestiones metafísicas. ¿Hay una pulsión en no entender o desentenderse de lo cotidiano? “La verdadera inmortalidad, la nada, sentir la calma, la sensación de estar incompleto, el sentimiento de soledad perpetua” (citando algunos pasajes de tu libro). ¿La soledad del monstruo?
R.: ¡Ay, qué pregunta tan compleja! La verdad es que no me planteo así las cosas.
P.: Hablemos de casualidades y de encrucijadas: ¿infinitas versiones de universos infinitos?
R.: Sí, sospecho que es cierta la teoría de los universos paralelos.
P.: Ernesto, el protagonista de Conversación con el monstruo, ¿es el alter ego de Lázaro Covadlo? Ernesto tiene 34 años en 1972, nacido por tanto en 1938; Lázaro Covadlo, nació en 1937. Ernesto es judío, marxista, pertenece al Hashomer Hatzair (movimiento sionista socialista) y en 1966 ejerce de periodista… Lázaro Covadlo, ¿cómo se define? ¿Llegó también Lázaro Covadlo a Barcelona con un abrigo lleno de dinero en su forro?
R.: Llegué con apenas cien dólares que los gasté en una noche.
P.: Háblanos de tus otras tareas como escritor, sea como columnista (El Mundo) o como articulista (La Charca Literaria). ¿Escoges materias, contenidos temáticos distintos para cada medio?
R.: A veces comparto temática en distintos medios y otras escribo especialmente para uno de ellos.
P.: Sobre tus cuentos. ¿Qué intención literaria te planteas con ellos?
R.: Lo cierto es que cuando me pongo a escribir lo hago sin intenciones previas, simplemente trato de dejar libre el fluir de la consciencia. Me aprovecho de las cadenas asociativas.
P.: Algunos de tus cuentos, concretamente “Preparación para el abismo” (Agujeros negros, 1997) no lo incorporaste en la edición de 2014 para Círculo de Lectores. ¿Por qué, si explica tan bien el imaginario de Lázaro Covadlo?
R.: Círculo de Lectores seleccionó los cuentos que a ellos les parecieron más apropiados. A mí me da pena que no incluyeran el que tú mencionas.
P.: “El fantasma de Castelldefels” (publicado en la revista Turia en 1999 y en Animalitos de Dios, por Mondadori en 2000) es de los pocos que está ambientado en tu geografía actual. ¿Por qué Castelldefels? ¿Acaso es un lugar especial: de todos y de nadie; a tope en verano y vacío en invierno?
R.: “El fantasma de Castelldefels” tiene que ver con el sentido de la paradoja, que a mí me resulta tan atractivo: resulta que hay un concurso de perdedores y el más perdedor es el que lo gana. Sí, viví un invierno en Castelldefels, frente al mar. Fue una época de retraimiento e indagaciones íntimas.
P.: A mi parecer, Nadie desaparece del todo (Círculo de Lectores, 2014) es irreverente y comprometido, imaginativo y retórico, terrorífico y divertido. Es tremendo. ¿El cuento “Sweaty” tiene influencias ripstenianas?
R.: No creo tener ninguna influencia de Ripstein. En cine me gustan las pelis de los hermanos Cohen, de Woody Allen, Kubrik y algunos otros. Literariamente, admiro las obras de Kafka, Borges, García Márquez, Leo Perutz, Stevenson, Melville, Flaubert y de algunos más que sería largo enumerar.
P.: Sobre tus novelas… ¿Qué intención literaria mantienes en ellas?
R.: Nada de intenciones, ya lo dije. Ni buenas ni malas intenciones.
P.: Háblanos de tus próximas publicaciones: ¿cuento o novela? ¿Tu geografía literaria siempre será Argentina? ¿No hay en Barcelona, o en Sitges, materia literaria? ¿No se siente parte de esta selva de acá?
R.: Actualmente estoy escribiendo una novela, pero por superstición prefiero no describir mis trabajos hasta que estén publicados. Por otra parte tengo una novela que titulé Aventuras de Marina Pons que sí transcurre en Barcelona, y también en Madrid; de hecho transcurre en gran parte de la geografía española. Está protagonizada por una mujer, muy interesante ella. Se editó en portugués: As aventuras de Marina Pons, a cargo de Porto Ediciones en 2014.
P.: Creo que te interesan las historietas ilustradas y que tienes amigos ilustradores y dibujantes por los que sientes, aparte de aprecio y estima, admiración. Dos de ellos han sido los autores de las cubiertas de tus libros: Fernando Krahn (Animalitos de Dios) y Edgardo Giménez (En este lugar Sagrado, 1970). ¿Alguna cosa que contar con respecto a ellos o su actividad?
R.: ¡Sí, sí, sí, me encantan las historietas ilustradas! Hay unos cuantos autores a los que admiro, cito algunos de ellos: Will Eisner; Al Capp; Breccia; Hugo Pratt. La lista sería muy larga. De estos pagos el que me parece excepcional y no dejo de admirar es Josep M. Beà. Fernando Krahn fue un gran amigo mío. Hombre inteligente y muy talentoso, con un fino y especial sentido de humor. Lamenté mucho su muerte. Edgardo Giménez también es un gran amigo, también es inteligente y talentoso. Vive en Buenos Aires y hace demasiados años que no nos vemos.
P.: Me gustaría presentar esta entrevista con el título de mi primera lectura de Lázaro Covadlo, Conversación con el monstruo. No sé si el editor estará de acuerdo. ¿Me lo permite su autor?
R.: Por supuesto que lo permito. Me parece un excelente título.