Lanzo una piedra para poder observar cómo se acerca al fondo del precipicio:
una acción ociosa cualquiera.
Lo oscuro contra lo oscuro.
Un pequeño monstruo invisible
tendido
sobre la agitación de la arena de bordes imperceptibles.
Yo soy toda esa arena
a la que vuelve una y otra vez el vaho solar donde puedo sentirme viva.
Soy todo ese lenguaje que vira hacia el otro lado del rostro
en el que la piedra reafirma su dureza y da color a la arena.
Y finalmente también soy el único que puede detener esa caída
por una antigua
ley de compensaciones.
Imagen de la autora.