85 céntimos

Crónica de los días que pasan

Ochenta y cinco céntimos de envidia mal gestionada entre hermanas de sangre no resultan caros, tampoco se pagan al mejor postor, simplemente uno se ausenta en el postre con la excusa de sentirse contaminado por el chupito de hierbas. Y así, entre viajes a Venecia de ida y vuelta, transcurren algunas tardes heridas de celos e inseguridad fraterna.

Rivalidad y diatriba con novio gondolero incluido. Capacidad de compartir camisetas de rayas en un mismo espacio, pero indudablemente no en el mismo tiempo. Siempre existen prioridades y privilegios, caprichos de niñas mortalmente marcadas por el veneno del rencor. Mentiras, falsedad, lejanía, y así hasta no soportar ser espíritus mellizos. Perdiendo el rumbo de los días sin nombre. Escondiendo los globos de colores dentro de los zapatos y calzándoselos, para pasear impunemente por el corredor ceniciento, repitiendo en incesante letanía que no quedan más globos en toda la casa, y que ha de ser la víctima quien debe bajar a comprar más al quiosco de Pinacho, mascullando profecías y galaxias en busca de señales y destellos.

Entre hermanos, mellizos y gemelos, el más egoísta, sin duda, es el que más ha de vivir. Matemático.



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