Escayolados los párpados
cosido el ano
tabicadas las cuerdas de la boca
perforado el dedo pulgar.
Se autopsia la carne
con escalpelo y mugre.
El quirófano es una silla
cuajada de líquenes verdiblancos.
La bata, piel desnuda y callosa.
El silencio es la sala de espera.
El paciente, él
herido, roto
vendedor y vendido.
No hay luz en urgencia.
No comen los que tienen cosido el esfínter.
No se habla con la boca llena.
No hay semejanza entre un simio y un sin dedo pulgar.
La carne se descuaja
cuelgan como jirones los brazos…
Tal vez sea hora para la estética.
Soldar las manos a la cadera
para dejar de ser basura
y convertirse en jarra de leche.