Creo que de una manera u otra todos los libros que escribimos
tienen la misma ambición: domar a la muerte.
Antonio Tabucchi
Gran parte de mi generación tuvo conocimiento del archipiélago de las Azores por su famoso anticiclón, mentado una y mil veces por hombres del tiempo en blanco y negro, cuando los cromas eran un burdo encerado escrito a tiza y las mujeres del tiempo tan sólo una entelequia, como podían serlo una conductora de autobús o una ministra. Después sabría de las Azores por la literatura y, en especial, por la obra que nos ocupa que, con traducción de Carmen Artal, vive en mi gabinete al lado de ilustres navegantes que conocieron el mundo ballenero: Melville y Conrad. No muy lejos El mal de Montano de Vila-Matas les lanza arpones de complicidad.
Dama de Porto Pim es una obra breve que en menos de cien páginas nos ofrece un retrato multifocal de las Azores y de sus balleneros. Tabucchi arma un constructo literario que es una muestra de su maestría; incluye el cuento, la noticia, la cita de textos legales, la biografía. En este último caso, al modo de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob (obra ya exhumada poéticamente en esta sección), el autor relata la biografía del poeta más ilustre del archipiélago, Antero de Quental, que vivió en la segunda mitad del XIX. El breve relato de su vida y de su suicidio en la plaza del convento de la Esperanza de Ponta Delgada, en la isla de San Miguel (donde había nacido 49 años antes), es de una intensidad memorable.
Cuántas visiones en tan pocas páginas. Y, al final, como si a Tabucchi se le hubiera olvidado algo que añadió a última hora, el post scriptum Una ballena ve a los hombres. Una manera de cerrar el círculo ballenero con las palabras de un cetáceo que describe la tristeza de los hombres con un aplomo más que humano.
Para exhumar el poema tomaré como desencadenante las coordenadas de este archipiélago ballenero y literario: 38°30′N 28°00′O. La suma de sus dígitos nos aporta la cifra 96; 6+9=15, y 1+5=6. Este último número será el que concreta la traba para la composición del poema. Así, desde la página 7 (inicio de la obra y de la que tomaré el título del poema), sumando 6 (13, 19, 25…) recorreré esta breve obra y de cada una de dichas páginas exhumaré un verso hasta llegar al siguiente poema:
Memoria inmune
Como un gemido
como si quisiese aferrar una sombra
se puso a mirar al mar:
naufragando
reúnen los balleneros
la palabra Nada.
Innatural inmovilidad
para esta fiesta de la vida ardiente:
las Azores
arpones
de color de sangre.
A veces por la noche
un gesto de despedida
entre Europa y América.