Yo no me llamo Javier

Entre líneas


No sé qué está pasando, pero algo pasa, no hay duda.

En el jardín la vida transcurre como siempre: los pájaros, las nubes y los árboles permanecen en su lugar como si nada ocurriera, y ya revolotea alguna abeja de flor en flor.

En cambio, en casa todo está cambiando; empezó una tarde de invierno, hacía frío y estábamos acurrucados al lado de la chimenea, pero tú quisiste salir fuera, necesitabas respirar, ver el cielo, decías que en el exterior te conectabas mejor con la naturaleza y contigo mismo.

Desde entonces cada vez pasas más horas en el mar, la montaña o en el jardín, como si allí formaras parte de la naturaleza y te sintieras más vivo, con la sensación a flor de piel a cada instante.

Tu necesidad ha ido creciendo día a día, aunque nunca hubiera imaginado que llegaríamos a esta situación: hoy has decidido no entrar en casa jamás e instalarte en el jardín.

Ha sido desolador verte ahí afuera, medio enterrado entre las flores. La tierra te cubría hasta la cintura y tu figura resplandecía como la de un olivo, con las raíces sumergidas en la hierba en la que nos hemos tumbado tantas veces al sol.

Te he visto tan desamparado y solo, que no he dudado en hacer un hoyo y plantarme junto a la buganvilia. Prefiero estar aquí arriba y no al lado de los girasoles; así, desde lo alto, puedo mirarte, aunque solo sea a ratos cuando el viento no nos azota.

Por las noches la humedad nos cala muy adentro. Las lluvias hibernales son muy duras, y esperamos con ansia que llegue el calor del verano para poder contemplar la luna llena y oír el canto de los grillos por la noche.

Quisiera estar siempre a tu lado, aunque sea así, rodeados de jazmines, rosales o azucenas, pero últimamente ya ni me contestas cuando te llamo. He visto la savia de la tierra correr por tus venas y cómo la clorofila teñía de verde tus palabras.

Me pregunto qué queda de ti. Cuando te miro no veo el reflejo de la luz sobre tu cuerpo, solo tus hojas se mueven con el viento, pero ningún resto humano permanece en ti.

Ya solo eres una sombra que perdió su nombre, Javier.

Imagen @Smallditch