Última batalla en Nava del Fresno

Ultramarinos y coloniales

Torres humeantes.
Caballos desbocados.
La infantería aniquilada.
Cortesanos parapetados en la retaguardia.
Todo bien mientras haya un soldado dispuesto a inmolarse en nombre de una monarquía caduca.

Todo bien mientras haya gente humilde que no dude en sacrificarse por su señor.

A cambio de casi nada.

La tarde agoniza.

El cielo se tiñe de tonos cárdenos, muy apropiado con la situación que se vive en el campo, muy a juego con el paisaje.

La contienda ha sido larga y dura.
Triste la llanura aquella fatídica tarde de noviembre.
Desolación por la batalla.
Devastación y muerte por doquier.
Muchos cayeron por defender lo imposible:
una dinastía que llega al final de su recorrido.
Últimos momentos de desesperación y tristeza.
¡Hay que salvar a la reina!
Hasta el rey corre peligro.


¿Y los infantes? se preguntan algunos.
Andan lejos, ajenos a todo, de fiesta.
Parece que la contienda no va con ellos, que es cosa de los mayores.
Pero nadie se librará de la carnicería.
¿Será este el final de todo?

Jaque al rey.
Sobre el tablero, la gran debacle.
La beatífica sonrisa —una mueca de superioridad, más bien— de un adolescente que sabe que ha ganado la partida a su tío Bernaldo.