Sebas Olmeda, alias “el garrapata”. El actor malogrado. El que convirtió “La vida es sueño” en una comedia. Flaco como un fideo, inquieto como un flan, con esa especie de asma bronquial crónica, siempre carraspeando -¡ejum! ¡ejum!- hasta ponernos nerviosos a todos.
Sebas andaba preocupado por hacerse mayor y deseaba tener barba y bigote porque, para los chavales de los años 60, tener pelo en la cara, en el pecho, en los brazos y en las partes nobles eran síntomas inequívocos de que te habías convertido en un tío, en un macho como debe ser. Por eso no andaba contento con la pelusilla que crecía tímida sobre su labio superior y que amagaba con ser un incipiente bigote, muy incipiente aún. Y su desazón se convirtió en motivo de chufla por parte de alguno de los chicos de más edad…
—Mira -le decía uno de los “mayores” del barrio-, tú lo que tienes que hacer es darte primero sobre el bigote con piedra pómez, porque los poros los tienes muy cerrados y hay que abrirlos para que te salga pelo en cantidad. Te frotas con la piedra pómez varias veces y luego, para evitar que se te ponga roja la zona, te echas colonia. Hazme caso y verás qué bien. A mí me vino de película.
Pobre Sebas. Le hizo caso. Al día siguiente apareció por la calle bastante enfadado y con el bozo rojo e inflamado como un tomate. Creo que los alaridos que pegó cuando se echó la colonia se oyeron casi en Toledo.
Otro día se echó colonia en sus testículos, por aquello de oler bien, y también tuvo resultados poco satisfactorios.
Un caso, este Sebas.