Aprovechando que muchos de los vecinos estaban de vacaciones, una comunidad de propietarios convocó una reunión urgente en la escalera para declarar y proponer lo siguiente:
«Ahora que no disponemos de fondos, vamos a controlar los gastos. No pintaremos la escalera ni cambiaremos la puerta rota de la entrada. De momento, tampoco construiremos el ascensor. Este edificio es muy viejo y alto, de escalera difícil, estrecha. Habría que invertir mucho y la subvención municipal se ha reducido. Además, los vecinos que viven en los pisos inferiores dicen que no lo necesitan y no quieren colaborar con los gastos. Asimismo, dejaremos para otro año la desinfección de los bajos y la de esos dos locales desde donde suben legiones de cucarachas, sobre todo en verano. Recomendamos a cada vecino que utilice el insecticida que le parezca más perfumado y práctico para el exterminio. Así lo declaramos, aprobamos y firmamos, y damos por finalizada la reunión».
Uno de los presentes —un vecino nuevo, algo pedante—, sin venir a cuento pidió permiso para leer un fragmento de un libro, Historias del señor Keuner, de un tal Brecht: “¿En qué está trabajando usted? —le preguntaron al señor K. Este respondió−: Tengo mucho trabajo, estoy preparando mi próximo error”.