Todas las autobiografías son mentirosas

Lengua de lagartija


Todas las autobiografías son incompletas y en gran medida mentirosas. Eso ya lo sabemos. ¿Por qué son incompletas? Bien, en primer lugar, porque ninguna cuenta todos los instantes de la vida del auto biografiado. Quizás informa de una serie de hechos fundamentales, pero seguramente olvida otros. Ejemplo: refieres que tuviste momentos de gran tristeza después de que una novia te abandonó para casarse con un hombre rico. Eso cambió tu vida y tu esperanza en el amor, pero omites la sospecha de que ella se alejó ahuyentada por la seguidilla de pestíferos huracanes, tornados y tifones expelidos contra tu voluntad desde tus entrañas por culpa de la desmedida ingesta de coliflores, frijoles, alcachofas y coles de Bruselas con las que solías atiborrarte en aquella época. 

Las biografías son incompletas por causa de los fallos de la memoria y por las distorsiones que a lo largo del tiempo sufren los recuerdos, y lo son porque a efectos de registrar todos los hechos de tu existencia, segundo a segundo —según los cálculos realizados por el profesor Julius González Hakermann—, deberías pergeñar un libro de treinta y cinco mil doscientas diecisiete millones y doscientas veintiuna mil páginas, cada una de las cuales contaría con más o menos tres mil trescientos caracteres con espacios incluidos. Como un volumen de semejante tamaño no suele ser manejable (y además es imposible), tendrás que fraccionar la obra en tomos. Digamos unos cincuenta millones de tomos de aproximadamente setecientas cinco páginas cada uno, cuyo peso ha de ser (gramo más o gramo menos) la cuarta parte de un kilo, resultando que el total de la obra pesará tres mil doscientas cincuenta toneladas, por lo cual tendrás que almacenarla en un cobertizo lo suficientemente amplio. Si la edición superara los mil ejemplares el cobertizo debería ser mayor, y es probable que algunas librerías no quieran o, por falta de espacio, no puedan tenerlos a la venta. De modo que piénsalo con detenimiento antes de emprender la tarea.

Ahora bien, existen otros factores que hacen que la mayor parte de las autobiografías sean incompletas. Me refiero a que en ellas el autor da cuenta, veraz o falsamente, de los acontecimientos de su vida, de las causas y consecuencias de los mismos, pero raramente de sus fantasías, las confesables y las más íntimas, como en cambio sí acostumbran a incluirse en muchas novelas, por ejemplo en la más conocida de James Joyce, en la que hacia el final de la misma el autor le hace imaginar toda clase de lubricidades a la esposa de Leopoldo Bloom, con lo cual logra que muchos lectores nos excitemos más de lo conveniente, dificultando que nos concentremos en la lectura.

Una vida humana se integra por cuatro esenciales componentes: las circunstancias en las que se desenvuelve desde el nacimiento hasta la muerte, que innumerables veces son independientes de su voluntad; los actos que realiza el ser viviente para responder a tales circunstancias, o a sus deseos, sentimientos, pensamientos y temores; el flujo de esos pensamientos, sentimientos y temores, que raras veces son percibidos por sus semejantes, y las fantasías recurrentes o esporádicas que habitan todo el tiempo en su cabeza. Las fantasías, seguramente, constituyen la parte más importante de nuestra existencia. No podría precisar qué porcentaje de la misma, pero es probable que oscile entre el 86,004% y el 92,011%. Para determinarlo con mayor precisión necesitaría la báscula de pesar fantasías, artefacto que todavía no he acabado de poner a punto, aunque estoy en ello. De todos modos, es lícito afirmar que la masa total de fantasías individuales es comparable a la tan mentada materia oscura del Universo, que hasta ahora nadie ha podido ver, pero que la hay, la hay. En el transcurso de su existencia el ser viviente, en mayor o menor medida fantasea sin parar. Además, solemos rememorar nuestras fantasías, no sólo las que derivan de los hechos vividos, también las que han originado nuevos hechos.