A Sonia, Joan,
y sus dos pares de ojos, que también saben llorar de alegría
Solo es otoño, amigo mío
Florece una pena sobre tu última pestaña.
Anticipa el borbotón en las mejillas,
el alud en la garganta,
el desmorone de las tripas a los tuétanos.
Pero mañana,
fíjate mañana en esa arruga nueva:
anuncia sonrisa en los ojos,
esos tuyos, que de todos los colores los conozco
de tanto que han jugado al pillapilla.
Arraiga tierra abajo esa sombra tuya,
solo hace que alargarse con los días
y si te encierras en un cuarto menguante,
ya no pisa tus pies, te pisa entero.
Pero mañana,
mira mañana ese tú al sol, cómo te sigue,
crecerá con cada tarde que camines,
vibrará cuando levantes la persiana,
y si de noche la luna entra en tu almohada,
te hará la sombra que merece tu descanso.
Solo es otoño, amigo mío
Abrígate con estos brazos míos de bufanda
y saca del bolsillo los kilos de paciencia y de coraje
que sabes que guardabas para invierno,
mira, que no estarás solo ateando el fuego.
Mírame a mí, si hoy no quieres verte,
estaré enfrente, pegada a tu horizonte,
para tachar pronto los días que robarle al calendario
y esperarte a la vuelta del marzo
que sabes que llevan puesto todos los años.
Me llevarás a ver el campo
en lo que tardan en pasar dos estaciones,
y serás tú quien me enseñe a ver los brotes,
a recortar la sombra,
a ver llegar sin miedo
el otoño, acompañado.
Ilustración: Brotes verdes (Brots verds), © Àlex Monfort.
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