Sobre un poema del artista Francesc Torres

Oro Ijinle (Palabra de raíz profunda)

 

La poesía es síntesis de la potencia creadora humana. Construcción misma del espíritu, de sus posibilidades, de sus deseos, de la desesperación.

A través de ella, el ser humano exterioriza el desequilibrio e interioriza el equilibrio.  A veces puede suceder lo contrario, no hay norma establecida y precisamente esto es lo maravilloso. El poeta desafía al mundo, desafía al universo. La poesía es el juego de la vida y de la muerte. Es el corazón secreto de la realidad. Es el arma que quita y da sentido a la existencia humana.

La poesía no es un juego inofensivo; tampoco irracional. La poesía se adentra peligrosamente en el terreno prohibido a construir con lógica propia e indiscutible, simplemente porque es la suya.

Es protesta contra los límites impuestos al hombre por el hombre mismo. La poesía es desarraigo, es el absoluto, la nada, la eternidad. Pero es también imprevisible: en el momento más inesperado puede hacerte saltar en mil pedazos.

Veamos, por ejemplo, este poema de Francesc Torres, escrito en Setiembre de 2015:

 

He perdido los juguetes del que era yo hace una vida

Dejé de fumar porque querer ser Rick me costaba la salud

Pensé que la revolución era más fácil

Pensé que el arte redimía y la literatura curaba

Creí que el sexo no mataba

 

Hubiera debido robar bancos y conventos

y dar el dinero a las amantes vivas

de los contrabandistas muertos

reparado sus lanchas

y educado a sus hijos

 

Pero el primer café de la mañana

me reconcilia con la noche mal dormida

y agradezco gustarle a mi vecina refugiada

generosa en carnes

que cruzó el mar el día que el mar no quiso ahogar a nadie

 

Mientras

tanques de fabricación rusa danzan en Alepo

una coreografía milimétrica que deja círculos concéntricos

en un asfalto compartido con camionetas de reparto del pan

y autobuses llenos de gente sin deseos de vivir

ni prisa por morir

 

Un blindado recibe un impacto directo en la base de la torreta

y estalla en una bellísima bola de fuego

 

Por su cañón sale un anillo de humo como los que soltaba

fumando mi tío Josep cuando era joven

 

No sé si está vivo

mi tío o el artillero del tanque

 

Allahu Akbar Allahu Akbar Allahu Akbar

 

El precio de los carburantes sigue desplomándose

y decido adquirir ilegalmente una Walther PPK del 9 corto

porque en mi vida mando yo

 

Obsérvese en el poema que la pasión no tiene fecha de caducidad. Arrastra las palabras y las multiplica en imágenes, en las que se intuye una desencantada fascinación por la muerte.

Su lenguaje frío amplía la visión, denuncia la falsedad y nos mueve a visualizar un destino, mientras dice y se contradice, busca y llama obsesivamente en todos los sentidos, en cuerpo y alma.

Adquiere diversas funciones, todas ellas alejadas de lo puramente estético, como decía Rilke: “ya vengan de la carne o del espíritu”.

Los versos se desplazan, como una imagen puede hacerlo, al tiempo que son contenidos en el espacio mismo. Esto sucede aquí hasta el punto que lo que el poeta expresa, en la propia sucesividad de sus versos, es la realidad descarnada de la nostalgia y, lo diré con palabras extrañas, la inmediatabilidad, la urgencia del momento preciso, la pérdida y la renuncia, en un texto sobradamente dotado del maravilloso y enriquecedor poder de la metáfora.


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