Sin perdón

Zoom impertinente

El otro día, un motorista que circulaba con desparpajo por la acera para acortar camino estuvo a punto de atropellarme. Ante mi grito de sorpresa y miedo, me pidió perdón, y cuando le respondí que no le perdonaba porque había estado a punto de romperme, como mínimo, una pierna, me insultó y se dio a la fuga.

Curiosamente una fórmula de educación, de “urbanidad”, se ha convertido en la frase mágica que lo cura todo, aunque el arrepentimiento no exista. Pero para que el perdón borre la ofensa hay que otorgarlo y, muchas veces, esto es imposible. El mal causado es tan grande que no tiene remedio.

Cuando el “ofensor” – por utilizar este eufemismo- pide perdón en el juicio, parece que por ese motivo es merecedor de que se le disminuya el castigo. No veo la razón.

Es interesante observar cómo el gobierno, los políticos corruptos y sus compinches se han apuntado rápidamente al “pedir perdón”, viendo el efecto milagroso que tiene la frasecita sobre el pueblo. Parece que lo borra todo, que aquel acto condenatorio para el que se solicita el perdón deja inmediatamente de existir. Piden perdón y ya no son merecedores de castigo alguno porque, automáticamente, el daño que han causado queda reparado, según creen.

La señora Cospedal pidió perdón por el accidente del Yac-42 y, al hacerlo, pretende restañar las heridas. Pero los 66 muertos siguen muertos y mancillados, y Trillo campando a sus anchas, tan fresco.

Me pregunto si alguna vez tendrán la frivolidad de pedir perdón por la Reforma Laboral que tanta pobreza, tantas humillaciones está provocando. Probablemente pedirán disculpas, pero mantendrán salarios de miseria, como si no tuviese nada que ver con sus actuaciones.

Se han aprendido la frasecita y se pasan el día pidiendo perdón por todos sus desmanes: las listas de espera en sanidad, el aumento de la ratio en la enseñanza, despidos del profesorado, la expulsión de tantas familias de sus casas. Da pena oírles. Sienten una barbaridad lo que sucede y estoy segura de que, cuando acaba la rueda de prensa, de sus labios brota una sonrisita irónica.

Si el perdón tiene la fuerza y el poder que nuestro actual gobierno le concede, yo le sugiero que pida perdón a los bancos mientras les obligan a devolvernos el dinero del rescate; que pida perdón a las autopistas por haber considerado un negocio floreciente cuando se proyectaron, ahora abandonadas a su quiebra; que pida perdón a las sociedades de inversión sicav, creadas con el solo objeto de tributar un 1% en el impuesto de sociedades, al tiempo que las obliga a pagar los tributos que le corresponden; que pida perdón a las eléctricas por imponerles una tarifa razonable. Y así una larga lista.

Ya que les gusta a ustedes tanto pedir perdón, durante un tiempo, largo si puede ser, dedíquense a sus amigos y, al resto de la ciudadanía, devuélvannos lo que es nuestro y dejen de marearnos con frases empalagosas.

Yo a mi motorista no pienso perdonarlo mientras sigue circulando por la acera con toda impunidad.