Me dices
que acaba de irse
cómo que se ha ido
cómo que se ha ido
si todavía queda
una primavera
en su balcón
si frescas están
las rosas de la virgen
el libro abierto
desde la noche
de la ambulancia
traidora.
En el frontispicio de la puerta del cementerio de Andújar en donde depositamos las cenizas de mi madre, vi una frase grabada de Isabel Allende, que decía: «La muerte no existe, la gente muere cuando la olvidan; si puedes recordarme siempre estaré contigo». Recordé que dicha frase, reconfortante a más no poder en esos tristes momentos, Isabel la recoge en su libro «Eva Luna» publicado en 1987.
Esa misma expresión —todos la hemos oído— forma parte ya del acervo popular e incluso he leído que su origen viene del antiguo Egipto y su creencia en la vida eterna.
Todo muere, pero todo vuelve a nacer, como el sol, las cosechas, las crecidas del Nilo, las estaciones… Renace quien te dio la vida y lo envuelve todo —todo— con su ausencia.
El recuerdo, ese lugar nuevo donde todo se perpetua.
Hoy las palabras
se hacen mapamundi
para buscar la calle
donde laten abrazos
para que lleguen
puntuales al corazón
de los que nunca
olvidan