Rusia, campo de batalla

Ahí está el detalle

 

¿Por qué el principal villano de la Liga de la Justicia se ha instalado en Rusia? En la filmografía reciente de DC comics no encontramos una respuesta razonada; es decir, tanto se podría haber instalado en Rusia como en España. Y teniendo en cuenta que en la industria estadounidense no son frecuentes las casualidades de este tipo, hay que ir más allá de la ficción para averiguar las razones por las que se ha hecho un largo recorrido de Metrópolis a Rusia.

En 2013, DC Comics intentó emular a su competidor directo, Marvel Entertainment, presentando El hombre de hierro (Man of Steel, 2013), una nueva versión de Superman a partir de la cual produciría una serie de films en los que intervendrían otros reconocidos superhéroes, con el objetivo de reunirlos a todos en la Liga de la Justicia (Justice League, 2017). Era, de hecho, la misma estrategia que un año antes había catapultado a Los vengadores (The Avangers, 2012), de Marvel Entertainment, a la lista de los films más taquilleros de la historia, con más de mil quinientos millones de dólares a nivel mundial.

Pero, a diferencia del tono irónico y sarcástico de la competencia, El hombre de hierro inició un camino diametralmente antagónico, convirtiéndose en una tragedia que incluye unas secuencias bélicas tan excesivas que el resultado se aproximaba por momentos al cine de catástrofes. «Más es mejor», pensó el director Zack Snyder, con el correspondiente visto bueno de sus productores, entre los que se encontraba Christopher Nolan (director de Interstellar o Dunkirk). Y si bien Los vengadores lucharon en plena ciudad de Manhattan contra unas fuerzas alienígenas, el film que nos ocupa multiplicaba con creces el efecto del combate en Metrópolis.

Conviene detenerse en ambas secuencias bélicas, dado que tuvieron un impacto muy negativo entre los estadounidenses. Solo pretendían ser las habituales escenas de acción de un blockbuster, pero su localización era determinante. En los dos casos las peleas se producían en el centro de la ciudad, lo que suponía la destrucción de decenas de edificios, con las consecuentes muertes de quienes los habitaban en ese momento. Y la audiencia estadounidense aún no estaba preparada para ver de una forma tan real y contundente la devastación de una ciudad conocida. 

Tanto es así que las dos productoras rectificaron en sus respectivas secuelas. Y el año 2016, Marvel Enterteinment estrenó Capitán América: Civil War, que trataba sobre las medidas de control que el gobierno activó a raíz de los daños colaterales de la batalla de Los vengadores; y DC Comics estrenó Batman vs. Superman: el amanecer de la justicia, en la que se representaba la última batalla de El hombre de hierro desde el punto de vista de Bruce Wayne/Batman para así poder minimizar sus consecuencias.

De modo que el comienzo de este film coincidía con el clímax del anterior, y el primer diálogo que escuchábamos era una revelación. Bruce Wayne, antes del desplome de uno de sus rascacielos, llamaba a uno de los responsables para decirle: “Jack, escúchame. Quiero que saques a todos los trabajadores del edificio”, y él parecía que lo conseguía porque, al final de la secuencia, el espectador tenía la sensación de que las víctimas mortales habían sido muy pocas, exactamente dos: Jack y la madre de una niña. Aparte de eso, otra característica relevante, en comparación con la entrega anterior, era la ubicación de la principal contienda del film. En esta ocasión, el campo de batalla era un descampado a las afueras de la ciudad donde no había nadie.

Y de esta artificiosa y poco creíble puesta en escena surgió una nueva norma de composición, con la que Zack Snyder, director también de Batman vs. Superman, respondía una pregunta que se había hecho con anterioridad: ¿quién vigila a los vigilantes? La respuesta es bien conocida por todos, ya que nos mantuvo acongojados delante del televisor el 11 de septiembre del 2001. El atentado terrorista de las Torres Gemelas, entonces los rascacielos más altos del planeta, marcó el límite de la ficción cinematográfica. Aún persiste el duelo en el inconsciente colectivo norteamericano. Aún no es posible representar hechos que recuerden ese acontecimiento.

Ahora bien, DC comics no solo se conformó con eso, sino que también quiso demostrar su patriotismo por si todavía había alguien que recordaba la gratuidad con la que destruyó imitaciones de ciudades estadounidenses años atrás. Y justamente en la culminación de su proyecto cinematográfico, Liga de la Justicia, añadió una pátina política a la recién llegada norma de composición. En vez de ubicar el campo de batalla en un espacio neutral, llevó la acción a otro país que no era exactamente un aliado de los Estados Unidos, y menos aún después de su intromisión cibernética en las últimas elecciones presidenciales. 

El malvado de la propuesta, Steppenwolf, se había instalado en una central nuclear de Rusia, por lo que la Liga de la Justicia tenía que trasladarse hacia allí tan rápido como fuera posible. Antes, sin embargo, Flash no pudo evitar decir: «¿Quién elige un lugar como este para vivir?» Y Aquaman contestó: «Aquellos que no tienen otra opción».

«Más es mejor», pensó otro vez Zack Snyder, en la tercera y última colaboración en este universo. De Metrópolis a Rusia hemos pasado de la autodestrucción masiva al patriotismo hiperbólico. Giros narrativos difícilmente explicables fuera de Hollywood.