Rostros familiares 

A la luz de las estrellas


Los hemos visto muchas veces, pero solo retenemos los nombres de algunos, no  necesariamente los más destacados. Suele suceder: no son estrellas; su vida y milagros  no aparecen continuamente en los medios de comunicación, voraces depredadores de  intimidades. La edad de quienes los hemos retenido en la memoria es variable y el  motivo de que permanezcan en ella sus rostros, comprensible: nos han emocionado,  hecho sonreír, sentirnos identificados con sus personajes y disfrutar con sus  interpretaciones, en ocasiones superiores a los de sus colegas protagonistas.  

Su hábitat natural ha sido el cine; la televisión, su segunda residencia y los medios de  reproducción actuales los han rescatado y dado oportunidad de rencontrarnos con ellos.  Tienen papeles destacados —sí, tienen, porque los vemos actuales, como si el tiempo no  hubiera pasado ni para ellos ni para nosotros— y en ocasiones están en la cabecera de  los carteles, con sus nombres del mismo tamaño o algo inferior, según la magnitud de la  estrella con la que comparten protagonismo. Para la mayoría de los directores son muy  importantes, por lo que hacen y por lo que ayudan, dando seguridad a intérpretes y  técnicos y facilitando los rodajes en momentos de tensión. En la época de los Grandes  Estudios los más destacados rostros familiares alternaban el segundo o tercer papel  masculino o femenino, en películas de serie A, con el de protagonistas en películas de  Serie B. Películas, que cuando se trataba de producciones MGM o Paramount, su serie  B era como la A de otros estudios. 

En casos puntuales su popularidad era tal que recibían más cartas de sus fans que  algunas estrellas y los más destacados tenían importantes contratos publicitarios, de ahí  que en Estados Unidos su nombre estuviera de actualidad, tanto por su labor en el cine  como por sus frecuentes apariciones en la radio, periódicos y revistas. Voy a recordar  tres casos significativos: Marsha Hunt, Basil Rathbone y Julia Caba Alba. Podría haber  escogido otros rostros familiares diferentes pero la dualidad A-B es mucho más clara en  los dos primeros y en el tercero su trayectoria en teatro, cine, radio y televisión lo dice  todo. 

Debe tenerse en cuenta que en la época en que se desarrolló la parte más destacada de  sus carreras muchas de sus películas no llegaron a España, a causa de la SGM. Nuestro  país estaba atrapado en un campo de concentración cultural e informativo, construido  por la dictadura franquista a su antojo y agravado al término de la contienda, por el  bloqueo impuesto por las potencias ganadoras, que se extendió hasta 1953, pero cuyas  consecuencias se mantuvieron en diversos aspectos hasta 1977, tras las primeras  elecciones democráticas. Algunos posibles rostros familiares de nuestra cinematografía  habían tenido que emigrar al término de la Guerra Civil para salvar su vida, no acabar  en la cárcel o, si ya trabajaban en América, sin posibilidad de regresar.

MARSHA HUNT ha cumplido 104 años mientras redacto este trabajo y hasta hace muy  pocos meses era frecuente verla en los diversos homenajes que se le hacían en  reconocimiento a su labor profesional, social y política o en los de otros colegas. Fue un  buen ejemplo de profesional que alterna papeles importantes en películas de serie A con  los de protagonista en serie B, en su estudio principal, MGM, o en otros. Su gran  implicación política y social durante la época del macartismo le costó notables  represalias que repercutieron seriamente en su trabajo.  

Como ejemplos de ese tránsito de A a B, cuatro películas: Blossoms in the dust, de  Mervyn Le Roy, con el tercer papel detrás de las estrellas, Greer Garson y Walter  Pidgeon o The valley of decissión, con Greer Garson y Gregory Peck, alternados como  protagonista en A letter for Evie, de Jules Dassin, encabezando el reparto con John  Carrol y Hume Cronin (otro habitual entre la A y la B) o The affaires of Martha,  dirigida también por Dassin. El teatro, la publicidad y esporádicas participaciones en  algunas películas le ayudaron a mantener el favor del público, que la apreciaba y la  respetaba por su valentía al no claudicar ante presiones, amenazas y represalias  encubiertas.  

Internet me dio la oportunidad de reconocer a Marsha Hunt como la actriz que había  visto en diversas películas y descubrirla entre las personas que aparecía en las fotos de  artistas que fueron a Washington para apoyar a los diez de Hollywood. Quise saber más  de ella y busqué en infinidad de sitios. Encontré de todo y pude comprobar la fuerza de  los tópicos y los lugares comunes: a ella se le daba poca importancia o se la ignoraba y  Humphrey Bogart y Lauren Bacall parecían los adalides del apoyo a los diez, cuando en  realidad, a la vuelta a Hollywood, no fueron capaces de mantener sus posturas, mientras  Marsha Hunt permanecía firme en sus convicciones.  

BASIL RATHBONE tuvo una actividad teatral muy intensa en papeles protagonistas  antes de debutar en el cine a mediados de los 30s. Actividad que se mantendría en los  años posteriores, simultaneándola con la radio y posteriormente con la televisión. Su  elevado nivel de vida le llevó a dificultades económicas y a tener que aceptar papeles  muy inferiores a su valía para poder mantenerlo. Su popularidad le permitió firmar  contratos publicitarios de bebidas, tabaco, ropa y complementos de grandes firmas.  Durante muchos años –y quizás se mantiene todavía esa consideración–, se le recordó  por su destacada intervención en las películas de serie B dedicadas a Sherlock Holmes,  que le dieron una enorme popularidad, aunque es posible que le perjudicaran  profesionalmente, al impedirle aceptar papeles más interesantes por compromisos  previos. Como ejemplos de este tránsito entre A y B: Romeo y Julieta, MGM, dirigida  por George Cukor, protagonizada por Leslie Howard y Norma Shearer y El perro de los  Baskerville, una de las películas dedicadas a Sherlock Holmes.  

La serie B fue algo habitual durante la época de los grandes estudios, aunque a partir del  imparable desarrollo de la televisión, en la segunda mitad de los 40s, fue disminuyendo  su producción de forma paulatina, conforme la TV se fue extendiendo por otros  continentes y los grandes estudios decayeron, cambiaron de propietarios o fueron absorbidos por otras empresas de las que el cine sólo era un negocio más, aunque esto  ya sucediera en la época anterior y de la que MGM es un buen ejemplo. Las series de  TV substituyeron a la serie B, con estrellas propias o importadas de los estudios y con  intérpretes en decadencia o que buscaban revitalizar una carrera en decadencia. 

JULIA CABA ALBA era un valor seguro para cualquier director, fuera de teatro, de  cine o de televisión, de ahí que en ocasiones tuviera que rechazar diversas ofertas por  falta material de tiempo. Eran papeles secundarios, de apoyo, pero se desenvolvía con  igual soltura en drama o en comedia y en teatro, cine o televisión. No recuerdo haberla  visto en teatro, pero mis padres, que durante los 40s y parte de los 50s iban con  frecuencia, sí. Recuerdo que mi madre, a partir de 1962, que tuvimos nuestro primer  televisor, viéndola en algún Estudio 1 o espacio similar, la reconoció inmediatamente,  recordando algunos de sus personajes. Fue entonces cuando me enteré de su nombre, de  que pertenecía a una larga tradición de actores y actrices de teatro y que los hermanos  Gutierrez Caba, Irene, Julia y Emilio, eran sobrinos suyos. A lo largo de su dilatada  carrera intervino en más de un centenar de películas. La recuerdo en Maribel y la  extraña familia, Plácido y Nunca pasa nada