Zhao Wei era mi mujer. La desposé a los diecisiete años. Todo hombre necesita un alma femenina que le proteja de sí mismo. Era una preciosa gacela de ojos como semillas de albaricoque y la rodeaba una aura brillante como la capa de rocío que cubre los campos bajo los primeros rayos de sol. Murió al año siguiente cuando nació el hijo que le hice. No pude soportar la idea de vivir sin ella y con un niño que tenía sus mismos ojos. Lo enterré junto a ella y ni siquiera lloró. Desde entonces, cada día me levanto antes del amanecer y pongo las redes en el aire para atrapar su espíritu. El día que lo logre, desapareceré, me iré con ellos y encontrarán mi cuerpo en el fondo del lago.
Fotografía de Ly Hoang Long.