Hay una extraña belleza en las sábanas tendidas. Las sábanas ofrecen una literatura desprendida entre lo explícito y lo misterioso que deja adivinar a medias y entronca con lo invisible. Con ese paraíso casero, familiar e inaccesible que son las habitaciones de los otros y la propia; su vida más íntima y callada, la vida privada y secreta en la que abandonamos nuestra impronta de miedos y fluidos: sangre, lágrimas, orines… El misterio de las alcobas ondeando al capricho del aire. Sábanas y aire. Sábanas tendidas al viento que inician un baile improvisado y caprichoso al compás de la batuta de un director tan invisible como osado. Suben, bajan, dando cientos de vueltas y creando remolinos sinestésicos de fragancia y color. La unión de lo oculto que se transforma, por un breve tiempo, en público. El tiempo en que la intemperie tarda en secar esas sábanas que se abandonan suavemente a lo inesperado: quién sabe si sus dueños olvidarán recogerlas a tiempo cuando estalle la tormenta y el granizo arrecie tras los cristales, o el sol ejerza su fuerza resecando en demasía su tejido.
Sábanas que nos acompañan desde el nacimiento a la muerte. Un elemento imprescindible que envuelve nuestra dicha y nuestra enfermedad, nuestras tardes de triunfo o la soledad que nos embarga. Envueltos en ellas hemos recorrido kilómetros de sueño y despertares. Con ellas cubrimos todo lo que queremos proteger: muebles, personas amadas, animales de compañía, libros, cuadros, estancias enteras, las ausencias. Como un telón que salvaguarda lo que posponemos y cubre lo que nos deslumbra tiñéndolo de resplandor.
En ellas se ha inspirado siempre el arte. Desde pintores como Joaquín Sorolla y su bellísimo cuadro Madre, Frida Kalho con su pintura titulada La esperanza, o Eugene Delacroix en su magnífica Cama sin hacer. Los cineastas también han rendido su particular homenaje a las sábanas, como Alfred Hitchcock en su despiadada Rebeca, Ettore Scola en Una jornada particular o Capra en Sucedió una noche, por citar una mínima parte de un universo tan particular e inspirador. Pasamos a la literatura: numerosísimos poetas citan sábanas en sus poemas, se recrean en tan necesario y sutil emblema de lo íntimo. Podemos citar a Lorca, Benedetti, Cernuda, Sabines, Neruda, Martí y Alfonsina Storni. Ahí van los ejemplos:
¡Oh cama de hotel, oh dulce cama!
Sábana de blancuras y rocío.
¡Oh rumor de tu cuerpo con el mío!
¡Oh gruta de algodón, penumbra y llama!
(FEDERICO GARCÍA LORCA, Sonetos del amor oscuro)
Fueron a su cama de sábanas gastadas con acre olor a sexo deslunado.
(MARIO BENEDETTI, Hombre que mira a la luna)
Dedos que ensayan el primer amor, sábanas tibias sobre el cuerpo solitario; como fugaz deseo.(LUIS CERNUDA, Como leve sonido)
¡Cómo te quiero entonces entre las sábanas y el frío!(JAIME SABINES, Te desnudas igual)
La casa en la mañana con la verdad revuelta de sábanas y plumas, el origen del día sin dirección, errante como una pobre barca, entre los horizontes del orden y del sueño.(PABLO NERUDA, Cien sonetos de amor)
La fatiga y las sábanas sacudo:cuando no se es feliz abruma el sueño
Y el sueño, tardo al infeliz, y el miedo a ver la luz que alumbra su desdicha
resístense los ojos, y parece no que en plumones mansos se ha dormido”
(JOSÉ MARTÍ, Canto religioso)
Dientes de flores, cofia de rocío,manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
(ALFONSINA STORNI, Voy a dormir)
Todos ellos parecen necesitar las sábanas como elemento que ensalza su “yo” poético más elevado. Vida y muerte, amor y dolor, asientan su realidad enredándose en ellas.