—Tómese estas pastillas para la memoria cada veinticuatro horas. Mejor al acostarse— me recetó el neurólogo. Ya va teniendo uno cierta edad y los despistes están a la orden del día.
—Importante lavarse la herida con los puntos con un jabón neutro, secar bien la zona con una toalla limpia y darse betadine los tres primeros días. Luego, con el jabón ya es suficiente. En dos semanas se viene por aquí y le quitamos los puntos— me dijo el cirujano tras la operación de hernia inguinal.
—Dos veces al día te lavas bien la zona del prepucio y te untas con la pomada antihongos. Lo tuyo es una candidiasis, que también afecta a los hombres— me indicó el médico de atención primaria que pasaba consulta por la mañana tras verme la zona irritada.
—Este preparado lleva diltiazem al 2% y lidocaína al 3%, el resto es vaselina. Se da usted dos veces al día, una de ellas tras la defecación. En un mes notará la mejoría. Si no, vuelva por aquí— me dijo el proctólogo tras inspeccionarme el ano y comprobar que mis molestias provenían de una fisura que me había salido tras un periodo de estreñimiento.
—Después de cada comida debes cepillarte con cuidado con este dentífrico para dientes sensibles y enjuagarte con el colutorio que te pongo en la receta. Es muy importante la higiene en esa zona. En seis meses vuelves— me dijo la higienista dental tras la última revisión.
—Tómate este jarabe cada ocho horas y se te calmarán los ataques de tos— me indicó la doctora de atención primaria del turno de tarde.
Aquella noche se me olvidó tomarme la pastilla para la memoria. Dormí inquieto y mal.
Por la mañana me levanté medio sonámbulo, fui al baño y me tragué el betadine como si fuera el jarabe para la tos, puse la crema antihongos en mi cepillo dental y froté con ganas dientes y encías, me embadurné el pito con la pasta dentífrica, me unté la zona de los puntos con la fórmula magistral para la fisura anal y me enjuagué el ano con el jarabe para la tos.
Los gritos se oyeron en Pernambuco.