23 de julio, 21:00 h, en algún lugar del hemisferio norte
—Y allí está la archiconocida Ursa Major, la Osa Mayor.
Hace rato que Ella no presta atención a las explicaciones del monitor encargado de este encuentro de avistamiento de estrellas. Sus ojos se vuelven una y otra vez hacia aquel apuesto chico, un verdadero Hercules, de pelo tan rubio como una Corona Borealis. Él también se ha fijado en Ella, en su esbelto cuello de Cygnus y sus andares fluidos de Delphinus. El amor les ha clavado su Sagitta y creen oir tañidos de Lyra y cristalinas fuentes de Aquarius, mientras sus corazones alzan un vuelo alborozado cual Pegasus.
23 de julio, 21:00 h, un año después, en otro lugar del hemisferio norte
Él está harto de que Ella le vigile constantemente con esa mirada de Aquila y, a la mínima, le escupa el fuego de Draco de sus reproches. Él no sabe que Ella se ha enterado de sus aventuras de vulgar Capricornus: todavía no entiende cómo ha podido enamorarse de semejante Serpens. Ambos, cada uno por su cuenta, han tomado la misma decisión. Tras haberlo sopesado en su Libra emocional, han concluido que el otro ya no merece la pena.