Quizá la cosa ha comenzado cuando usted, movido por la curiosidad que le ha generado mi fotografía, o el título del texto, o porque es un lector habitual de La charca literaria y le llegó el aviso de un nuevo contenido con mi imagen, o simplemente porque sí, ha pulsado el botón izquierdo del ratón para saber más. Aunque también soy consciente de que habrá otros a quienes no les habrá llamado la atención. Da igual, lo que importa es que usted, precisamente usted, no ha podido evitar satisfacer su curiosidad y ha sentido la necesidad de abrir la página.
Y, una vez que estoy ante sus ojos, comenzará a fijarse con más detenimiento en mi figura. Sé que le sorprenden mis rasgos. Siente incluso inquietud. Hasta extrañeza. Por eso ahora escudriña mi mirada, detenidamente, para saber más. Y siento decepcionarle, porque no verá nada. Me he anticipado y he bajado levemente la cabeza para que mis cejas produzcan la sombra suficiente para que no se pierda en nimiedades como mis ojos. Pero también sé que habrá quienes se reirán de mi aspecto y buscarán el chascarrillo ingenioso para hacerse los graciosos ante sus amigos. Tampoco me importa. Allá ustedes.
Pero para esos que, por el contrario, les está provocando cierto nerviosismo su ansia por satisfacer su curiosidad en este mismo instante en que están leyendo estas palabras, tan solo quiero tranquilizarles. No les voy a hipnotizar. Algo, además, tarea imposible a través de una fotografía.
¡Vale! me sincero, y les digo la verdad. Estoy siempre con ustedes, aunque muchos me eluden o, simplemente, no son conscientes de mi presencia, o se hacen los despistados. Pero les invito a que se dejen llevar por mí, que confíen en mí, que me tienen muy abandonada. De ahí mis vestimentas. Y les doy una pista más: soy su imaginación…