Nochevieja

Crónicas mínimas

He vuelto con ella muchas veces al hospital, que poco a poco ha ido perdiendo el aspecto tétrico que sentí cuando lo vi por primera vez debido al recubrimiento cerámico de color entre azulado y gris que cubre parte de su fachada. Parece como si los arquitectos que lo proyectaron hubieran querido desde el primer momento indicar que aquello era un recinto para el dolor.

Hoy, treinta y uno de diciembre por la tarde, le han dado la última sesión de radio. Había pocos enfermos y los profesionales tenían una sonrisa forzada y tristona cuando te deseaban un feliz año nuevo. Seguro que estaban pensando en llegar pronto a sus casas; algunas, la mayoría son mujeres, pasarán la nochevieja con los dolientes.

Al salir, por un momento, el recinto ha recuperado su aspecto tétrico. Parece como si quisiera recordarme que sigue allí y nos espera con esa extraña sensación de que, a pesar de todo, le tenemos que estar agradecidos.

Tiene algo de obsceno / este dolor que acecha / y ofende la vida. / Que hace mendigar clemencia / con palabras de niño.