No dirá mañana el noticiero
que lloraste ayer la muerte de un geranio.
Que, a las cuatro de la tarde, cada día,
celebras la onomástica de todos tus seudónimos.
Que ingresarás mañana en la unidad de los enfermos intensivos
por la ingestión involuntaria de las perchas vacías.
Que, desde el sábado, está cerrado al tráfico
el camino de hormigas que une tu bañera
con la página de agosto de tu calendario.
Que se han desbordado esta noche tus embalses de ceniza
y has montado barricadas con las piedras de mechero sin gastar.
Que un incendio de pereza ha bajado esta mañana al nivel de las persianas
tus reservas de almendras y aceitunas.
Que el suministro de visitas por sorpresa lo cortaron anteayer
por las obras que han velado tu fachada.
Que se cumple mañana medio siglo de esa vez que recuerdas que solías
abrir cartas y escribir en tu diario.
Que pidieron parlamento tus espejos
y no los salvó nadie de las trizas.
Que ganó por goleada tu desidia en la liga mundial de manecillas.
Que hoy también buscaste tú mi nombre
en las esquelas.
Que lo vi todo.
Testigo de las últimas noticias que nadie escribirá, porque tampoco
a mí nadie me conoce.
(Imagen Susana Blasco)