Nueve veces he matado.
Al tiempo.
La primera vez que tuve ganas de morirme,
en venganza por su constancia en el matarme a mí.
Al amor.
Ahogándolo en un pozo de memoria
condené a su fantasma a la imaginación.
Al recuerdo.
Y en su lápida,
una foto retocada de la infancia de mi abuela.
Al remordimiento.
Lanzado al abismo en caída libre
desde lo alto de la esperanza en ser mejor.
Al sueño.
Guiñando los dos ojos a la parca
en cada alarma programada del despertador.
Al hambre.
Envenenada del placer de masticar
la carne de un lechal sin guarnición.
A la libertad.
Hasta apagarse a cubas de mentira
la pira del querer seguir yo sola.
Al deseo.
Con la primera mirada de esos ojos tuyos
tan cansados de sentir.
A la verdad.
Con su mortaja de palabra,
contagiada del mal de la mentira al pronunciarla.
A la muerte,
mañana,
cuando cumpla la decena
y no palpite nada
por lo que seguir matando,
por lo que seguir muriendo.
Ilustración: Arma de doble fil © Àlex Monfort.
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