—Joven, ¿cuánto cuesta el bocadillo de jamón dulce?
—1.50, señora.
—¿Y un café con leche?
—1.25.
—¿Tiene bocadillos más pequeños?
—Un mini, 75 céntimos.
—Deme un café con leche, por favor.
«Esta mujer tiene hambre de verdad, se le ve en la mirada y en los zapatos».
—Valentín. Sírvele uno grande de jamón dulce a la señora.
—No gracias, la verdad es que hoy no tengo hambre. Lo pregunté por hábito.
—Señora, esta es la primera vez que viene y la casa siempre invita la primera vez. Es algo que he hecho toda la vida. ¿Prefiere otra cosa?
—Bueno, en ese caso me comeré el bocadillo con el café con leche para no perder la costumbre. Muchas gracias.
—Adiós señor, estuvo todo muy bueno y es usted muy amable. Me llamo María Bonastre.
—Micky Temblores, señora, a sus órdenes.
—Vaya Micky… ahora resulta que mi bar es tuyo.
—No hombre no… de los dos. Apúntamelo a la cuenta.
—¿¡Qué cuenta!?
—¡Hola Valen! ¡Hola Micky!
—Hola Paula. ¿Un cortado?
—Sí, por favor.
«¡Qué ojos tiene esta mujer!».
—Te invito. ¡Apúntamelo Valen!
—¿Y eso?
—Ya no sé qué hacer con tanto dinero.
—Cuidado Paula, hoy ya eres la segunda a la que invita.
«La invito al cortado y después a lo que quiera».
—¿Quieres un bocadillo de jamón dulce?
—¿También un bocadillo?
—A María, la otra, le encantó. Pero el tuyo que sea mini para que no engordes.
—¿Estoy gorda?
—Estás perfecta.
—¿Y con cuál de las dos te quedarás ?
—Mujer, qué pregunta… ¡Contigo! Por supuesto.
—¿Por qué conmigo?
—Por tus ojos de avellana.
—¡Pero si los tengo de color miel!
«¡La Lola no me deja vivir en paz! Siempre rondando en mi cabeza. Esta los tiene miel, mucho más dulce».
—Así los ves tú en el espejo que te engaña y los demás que no saben ver más allá, yo los veo avellana porque veo tu fondo oscuro y otras cosas en ti que nadie más ve.
—¡Ja, ja, ja! ¿Y qué más ves aparte de lo oscuro?
—Que te gusta ir al cine.
—¿Ah sí? ¿Y qué tipo de películas me gustan?
—Las mismas que a mí.
—A ver… dime una.
—Casablanca.
«Casablanca no falla nunca».
—No lo puedo creer, has acertado. Eres un suertudo y estás muy loco.
«Suerte, la justa, y locura, la necesaria».
—Bueno chicos, ya me voy. Gracias Micky, mañana te invito yo.
—Adiós Paula. Siempre nos quedará París.
«¡Que no me pinte de Bogart y me llame Ricky por el amor de Dios!».
—Adiooos… Miiiicky…
«Gracias mujer, tú sí sabes tratarme».
—¿Y qué? ¿Esperamos a la tercera?
—No, ya no tengo tiempo. ¿Qué te debo?
(continuará)