La pseudocultura y la ganancia del Estado

La rana dorada

 

Pues existe una especie de cultura prostituida y de servicio…¡Basta con mirar a nuestro alrededor! Y, precisamente los poderosos, quienes ahora favorecen la cultura de la manera más activa, albergan oscuras intenciones, y tratan con ella persiguiendo intereses y con la conciencia impura.

Nietzsche.

 

¿Cómo podríamos afrontar las complejidades del mundo contemporáneo sin la Prensa? En España ha sido uno de los pilares de la Transición, de la que nos alejamos a gran velocidad en el siglo XXI; etapa dorada en la que se sembraron todas las plagas que ahora cosechamos estupefactos. Vamos en el tren europeo… a ninguna parte, en la era de las redes sociales… y uno piensa recordando a Nietzsche: qué grande será  la repugnancia de las generaciones futuras al ocuparse de una época en la cual no regían hombres vivos sino apariencias humanas con opinión pública…

Gracias a ella, siempre tan dicharachera, hemos descubierto recientemente que un espectro recorre no solo Europa sino las Américas mismas: el ectoplasma populista. Marx, ese señor que iba a todas partes con un empresario del ramo del textil llamado Engels, como caminaban el Gordo y el Flaco en los viejos slapsticks, que devino luego objeto de veneración por regímenes políticos que harían sonrojarse a Atila por su barbarie y a los peores gobernantes haitianos por su ineficacia en la gestión de la economía, no era ni fue otra cosa a lo largo de su vida que un periodista. Una mezcla de profesor de Instituto y activista, con la barba mugrienta repleta de migas de pan.

Estas buenas gentes que a sí mismos, cuando apuestan por la lucidez, se retratan como perros que son llevados de un lado a otro por la correa de sus dueños (que pueden o no ser privados) y ladrar en consecuencia (o morder si se tercia), según decisiones de cúpula, son los que pretenden determinar vía palabra o imagen el sentir y el opinar de los millones de encanallados coolies que llenan ya nuestras ciudades; imágenes mostrencas y sincopadas, todas ellas, de la Metrópolis de Fritz Lang y Thea von Harbou que tanto epataban al filósofo del hormiguero: H.G.Wells.

Un cadáver ciclópeo y disperso de metal y cemento, agusanado por multitudes que piden, diría más bien que exigen desde su pavorosa irradiación de biomasa concentrada y en mal estado, un diluvio de fuego que borre y suma en el olvido la espeluznante manifestación arquitectónica y psicológica de deformidad y miseria seudo antropomórfica que, insensatos alineados fraternalmente en los misterios “goéticos” del electromagnetismo (a eso finalmente han dejado derivar el Arte los que tenían la misión de preservarlo), califican de Fin de la Historia. Y los más burros, mucha mula entre “ellos”, de Utopía.

Otra cosa que ha descubierto recientemente la Prensa son las Fake News…la misma Prensa que no sabe aún decirnos quién era el estentóreo que se hizo presente en el funeral de Rubalcaba, reclamando compungido al Jefe del CNI y a quien el Presidente del Gobierno acompañó, con enternecedora solicitud de ujier, a la salida del escenario. Nada sabemos de los papeles allí arrojados a la vista de todos, sabemos eso sí de la insólita pasividad de su servicio de seguridad y por ello de su vulnerabilidad. Nuestro sistema político o régimen, como queramos llamarlo, ha entrado ya en el horizonte de lo muy frágil.

Son, como podemos ver, estos periodistas gente poco exigente con los rudimentos mínimos de la lógica e incluso con la historia de su propia trayectoria como impostura generalizada y aceptada; historia que comenzó su carrera acelerada hace poco más de dos siglos. Tienen poco sentido del ridículo, como los profesores, y en su proceso acelerado de disgenesia han llegado a creerse sus propias mentiras. Creen realmente que los alfeñiques que constituyen la masa del Último Hombre “construyen” la realidad (bajo, eso sí, la adecuada dirección de la vanguardia) y que pueden rebautizar de generación en generación todas las cosas. Con el oscurecimiento con que agració al mundo la mal llamada Ilustración que no fue otra cosa, como podemos comprender ya desde la atalaya de varios siglos de devaneo, que la continuación del viejo despotismo por otros medios, con ese oscurecimiento que postula un embrutecimiento generalizado dirigido por seres de una mediocridad irredimible, se nos pretende endilgar un nuevo mundo, una nueva era y un nuevo eón. Parece y es cosa de risa. Sólo los más mediocres y engañados pueden hacer descansar su poder en las fuerzas de la Tecnociencia, esas con las que se supone que vamos a viajar a otros planetas y a vivir más de trescientos años. No es raro pues que en esta etapa crepuscular el último papa, pues no habrá más, sea un jesuita.

Es preciso pues ante la fragilidad de los tiempos, y las termitas que los habitan, desarrollar una enajenación, frialdad y desencanto profundos respecto a todo lo que es del tiempo todo lo que es de su tiempo; y tener por deseo supremo la mirada de Zaratustra, esa que desde una monstruosa lejanía contempla entero el hecho humano… allá abajo…

Gracias a la Prensa, en la zona del pozo y de “campofrío”, y a través de simulacros enternecedores como la niña Greta, sabemos que nos estamos calentando mucho…; también, por su delicada mediación, conocemos que no puede faltar gente con síndrome de Down en nuestros partidos políticos, “mongolismo” lo llamaba John Langdon Down justo antes de que fuera decretado por la Prensa misma la inadecuación del término; o que en el futuro debemos optar para salvar el planeta por promover la ingesta, pronto devendrá obligatoria, de “carne limpia”, es decir, la crecida “sin dolor” en los laboratorios.

Creo pues que no va a ser fácil negarse a la evidencia de que el ser humano se ha vuelto superfluo, la expansión del feminismo lo atestigua, y que ha sido cloroformizado “desde arriba» por aquellos que no distinguen nada bien el arriba del abajo y solo saben desplazar los engranajes en horizontal: de izquierda a derecha o viceversa. Habrá que cuidarse  seriamente de que un periodo, una época que cifra su salud en la opinión pública, es decir en las perezas privadas, muera de una vez… Un auténtico reto para advenir a la edad del “no hay periódicos”1.

La guerra y el valor han hecho cosas más espléndidas que el amor al prójimo. No vuestra piedad, sino vuestra valentía es lo que ha salvado hasta ahora a los náufragos periclitantes. Nietzsche.

 


1 Trece para el Diablo. Las mil caras del Príncipe de las Tinieblas (Valdemar GO 77) “No hay periódicos” por Cleve Cartmill.