En el mundo hay bibliotecas muy importantes y bellas que muestran la cultura libresca del pasado y del presente de la ciudad como, por ejemplo, la Trinity College de Dublín o la British Library de Londres. Pero viajando por el planeta Tierra también podemos encontrar la peor biblioteca del mundo y, para más torpeza, construida en forma de libro abierto. Se encuentra en Camerún y la visitó Tim Harford.
Harford ha trabajado en el Banco Mundial y escribe una columna satírica, “Dear Economist”, en el Financial Times. Entre sus libros, destacan El economista camuflado (2007), El economista camuflado ataca de nuevo (2014) y El poder del desorden (2017). En El economista camuflado nos describe esa biblioteca de Camerún y su triste experiencia.
A primera vista Harford vio una biblioteca impresionante y la única estructura de dos plantas del lugar, al lado de una escuela. Con un diseño atrevido, parecía el edificio de la Ópera de Sydney de los pobres. La biblioteca tenía la forma de un gigantesco libro abierto sobre un atril y se alzaba en forma de V, sin caballete central.
¿Por qué Harford la considera la peor biblioteca del mundo? Pues porque el arquitecto se olvidó de que Camerún tiene una larga estación de lluvias que puede durar cinco meses y, cuando llueve, lo hace con tanta fuerza que hasta los canales de agua más grandes se desbordan rápidamente.
El arquitecto no se dio cuenta de que si construía un techo que a la vez hacía de canalón que desaguaba hacia el techo plano del hall de la entrada, el agua se filtraría por el edificio y mojaría sus libros. Así sucedió y la única manera de protegerlos fue tapándolos con un plástico.
Cuando Harford visitó la biblioteca, ya estaba en ruinas y sólo hacía cuatro años que la habían construido. Tenía innumerables marcas de charcos, olía a moho y el lucido de las paredes se desprendía.
Tuvieron que trasladar sus libros a la antigua biblioteca de la escuela para que no se mojaran y no se deterioraran más. Como economista camuflado, Harford hizo cuentas y con lo que costó la biblioteca se podían haber comprado para la escuela ordenadores con conexión a Internet y cuarenta mil buenos libros.
Mediante análisis de deconstrucción, también averiguó que detrás de la fallida biblioteca se encontraba, no sólo la incompetencia del arquitecto y la ignorancia de los mandamases, sino también la mafia de la corrupción y el despilfarro que por desgracia abunda en países pobres como Camerún.
En mayor o en menor medida, esta desgracia se da también en todo el mundo, e incluso en países con leyes contra la corrupción y con oposición democrática. El problema siempre es el mismo: proyectos que no se debieron construir y que se construyeron, como esa biblioteca fantasma sin libros de Camerún.
O aquí, con aquellos proyectos como el aeropuerto sin aviones; el mirador sin vistas; el acuario sin peces; el bosque de acero sin vida; el Fórum de las Culturas sin culturas; la ciudad deportiva sin deportistas; la línea del AVE sin casi pasajeros; la autopista sin coches; el museo que quería ser más grande que el Guggenheim y que quedó paralizado con 10.600 metros cuadrados sin futuro; el Castor ruinoso o el circo fantasma del CREAA (Centro de Creación de las Artes de Alcorcón).
Si Tim Harford hiciera cuentas, como economista camuflado, sobre los miles de buenos libros y de ordenadores que se hubieran podido comprar para todas las escuelas con todo ese despilfarro público de construcciones que han acabado siendo inútiles, seguramente se echaría las manos a la cabeza.
Y si se enterara de que para construir el CREAA y su moderno circo fantasma se podaron trescientos árboles y se demolió la biblioteca Municipal Joaquín Vilumbrales, en perfecto estado y que había sido construida poco tiempo antes, seguramente escribiría un artículo en su columna satírica del Financial Times y desmentiría las falacias que se utilizaron para cometer esa barbarie con los cientos de árboles y la biblioteca derribada.