Caen las páginas del libro viejo.
Cae la tinta de miles de párrafos subrayados,
en picado, hasta el barro incoloro del tiempo sin recuerdo,
acelerando 9,8 metros por segundo,
sin ruido, letra a letra.
Así se me ha olvidado cómo se llora cuando no se está a solas.
Cómo se siente placer en la cola del cine, cuando la fila no es de a uno.
Cómo en la playa no importa que haya mejor hueco para una toalla suelta que para dos,
o para cuatro.
Cómo escoger que sea otro el que decida.
Se me ha olvidado tú y nosotros.
Y de yo solo me acuerdo del despertador y del suelo por barrer.
Se me ha olvidado que los libros viejos pierden páginas.
Igual que la memoria.
Fotografía: Collage de Susana Blasco