Casi mil doscientos años tiene la campana más antigua de Japón. Es la campana de Myoshin-Ji. Pero no toca a gloria o arrebato, tampoco tiene porqué saber tocar ángelus o almas.
Cuando suena, es como el discurrir de un arroyo en las montañas de Nara y sus toques ensanchan los corazones y limpian las ciento ocho penas budistas cada año nuevo, dicen los monjes del templo de Todai-ji.
Pero nosotros no necesitamos oír ningún toque para que se ensanche nuestro corazón, ni nuestros pecados tienen la entidad suficiente para aspirar a ser perdonados en fecha tan señalada. Porque en las tierras donde el sol cada día se hace nuestro, tenemos algo mejor que una campana histórica y milagrosa: a Takumi, nuestro Japón imperial, en el milagro Skype.
Pronto llegará otoño. La luz cambia y los crepúsculos se hacen aún más hermosos.
Al llegar, que vea / tus ojitos oriente. / Hacer juntos / mil grullas de origami, / pedir un deseo y todos, / todos tan felices.