Karen Dalton, la voz áspera

Casa de citas


Karen Dalton, entre Bob Dylan y Fred Neil, a principios de los 60.


Unas cosas llevan a otras, indefectiblemente, y si mantienes viva la curiosidad podrás alcanzar algo bueno y desconocido. En este caso fue Nick Cave, líder de los australianos Bad Sheeds, quien me descubrió a Karen Dalton, una oculta cantante de Oklahoma que grabó un par de discos a finales de los 60.

Suelo preferir los poetas de un solo verso, los novelistas de una única novela, los cantantes de un solo disco, los directores de una sola película. Esa vía me permite, en poco tiempo, degustar su one hit wonder y contextualizarlo en la desgraciada vida de su autor, lo cual suele ir emparejado. Karen Dalton cumple todos los requisitos: publicó solo dos álbumes en vida y ambos cayeron de inmediato en el olvido, aunque fueron rescatados treinta y seis años después por un oscuro sello francés[1]. Por otro lado, la artista murió de sida en 1993, tirada en las calles de Nueva York, tras muchos años de alcohol y drogas. Tenía cincuenta y cinco años.

Nick Cave, de quien admiro la violencia contenida de sus canciones, confesó en una entrevista cuáles eran sus diez «canciones ocultas», melodías especiales, creaciones sombrías y confusas, creadas entre el disimulo y la clandestinidad. «Son los pilares esenciales que sostienen la estructura de mi mundo artístico —afirmaba Cave—. Unas canciones cuyo propósito es dibujar una larga sombra que nos proteja del resplandor corrosivo del mundo». Entre esas canciones (¡y ocupando el número dos de la lista, tras Avalanche, de Leonard Cohen!) aparecía Katie Cruel, una pieza tradicional del folk americano, en la voz de Karen Dalton. La letra es potente, pero la interpretación de la Dalton parece brotar del fondo húmedo de una tumba:

Cuando llegué a la ciudad por primera vez
Me llamaron la joya errante
Ahora han cambiado de tono
Llámame Katie Cruel
Por el bosque voy
Y a través del fango pantanoso
Camino recto por la carretera
Hasta que llegue al deseo de mi corazón
Si estuviera donde estaría
Entonces estaría donde no estoy
Aquí estoy donde debo estar
Donde estaría, no puedo.

Encontrar ese disco de Karen Dalton no fue tarea fácil. Tampoco lo fue informarme sobre esta cantante de origen cherokee que, según Bob Dylan, era su voz favorita en la bohemia del Greenwich Village de los sesenta: «Karen era enrollada, larguirucha y apasionada. Tenía una voz como la de Billie Holiday y tocaba la guitarra como Jimmy Reed. Canté con ella un par de veces»[2]. Quien quiera verla cantar, pelo lacio, delgada, sin apenas dientes delanteros con tan solo treinta y tres años, que consulte el DVD que acompaña su primer disco.

Karen Dalton apareció en Nueva York a comienzos de los años sesenta, tras abandonar a su marido en Oklahoma, y llegó con su guitarra de doce cuerdas, un banjo y al menos uno de sus dos hijos. Empezó cantando y pasando la gorra en los cafés, donde tocó con Bob Dylan, Fred Neil y Richard Tucker, con quien estuvo casada. Dalton cantaba y bebía, y muy pronto también se aficionó a las drogas. Quizá esas tendencias le impidieron aprovechar una buena racha y solo consiguió grabar dos discos. El primero de ellos, It’s so hard to tell who’s going to love you the best (1969), en una sola noche, sin apenas producción y haciendo creer a Dalton que la cinta no corría. Por lo visto, ella temía dejar su voz grabada. En ese disco hay más blues que folk y la voz de Karen Dalton recuerda a la de Bessie Smith.

En su segundo disco, In my own time (1971), Karen aparece arropada por una buena colección de músicos, aunque el resultado final continúa siendo tremendamente árido. En él encontramos blues, folk, country, soul y algunos escarceos pop. El productor del disco, Harvey Brooks, recuerda la tensión de aquellas sesiones: «El hecho de que Karen Dalton no escribiera canciones significó que tuvimos que crear algo para ella. Fue mucho trabajo, porque había que hacer frente a su personalidad emotiva en cada paso del proceso. Y respetarla».

En ese disco, la voz de Karen suena áspera y doliente, y, quizá por eso, transmite verdad en cada frase. A veces su voz resulta suave y cálida, como en Something on your mind (una canción de Dino Valenti); en otras, atormentada y como de otro mundo, como en Katie Cruel.

En sus dos discos, Dalton no interpretó ninguna composición propia, aunque las tuvo[3]. Simplemente dejaba fluir por su garganta las composiciones de otros y, con su voz de gato, conseguía volverlas irreconocibles. En cualquier caso, su interpretación nunca reconforta al oyente. Quizá sus versiones están pensadas para oídos que huyen de lo convencional. Su voz, a veces quebradiza y melancólica, ofrece ráfagas de música auténtica que nacen de sus propias entrañas.

A pesar del elenco impecable de su segundo álbum, In My Own Time fracasó comercialmente. «Simplemente no funcionó para ella —dice Brooks—. Alguna gente da, pero no recibe, sencillamente. Y eso le rompió el corazón. Después de aquel fracaso, Karen Dalton no supo recomponer su vida. Aquel álbum no se vendió y nadie iba a poner dinero para hacer otro».

A comienzos de los noventa, la cantante vivía en las calles de Nueva York. Saber exactamente cómo murió sigue siendo confuso. Hay quien apunta que murió de cáncer de laringe en marzo de 1993, a los cincuenta y cinco años. Según su amigo Peter Walker, Dalton tenía sida desde ocho años antes. «Algunos dicen que fue una sobredosis de droga —opina Brooks—. Pero yo entiendo que se le acabó el fuelle».


[1] It’s so hard to tell who’s going to love you the best (1969), reeditado en 2006 por Megaphone Music, incluyendo un bonus DVD, con filmaciones raras de interpretaciones de Dalton. In my own time (1971) fue reeditado en 2006 por Megaphone Music y en 2009 por Light In The Attic Records.

[2] Bob Dylan: Crónicas 1: memorias. Barcelona, Malpaso (2017)

[3] En 2015 apareció Remembering Mountains, un disco donde once vocalistas folk interpretan canciones de Karen Dalton. La edición es de Tompkins Square Records.