Junio regresa a camelar las tardes con realidad de promesa cumplida, eternidad en el césped de piscinas urbanas hacia la inminente y ansiada luz de otro verano.
Pasear se traduce en lenta plenitud-pausa por mucho que el azar venga empujando los destinos.
Expandir de mañana los brazos hacia el resplandor rotundo que empapa la retina, transformándola en un punto mínimo y llorar de júbilo.
Brillo de estelas artificiales, de mil colores superpuestos que nos hacen a todos suspirar entre túneles finitos hasta alcanzar el mar que espera como amante anclado, leal, fidelísimo y ciego.
Junio: salto sempiterno y aleluya.