Todo empezó con Ernesto y la importancia de llamarse así.
Sucedió en una reunión entre amigos en la que charlabais sobre ese libro de Oscar Wilde, el tema se fue poco a poco por otros vericuetos y al cabo de un rato, cuando ya había dejado de interesarte, te sorprendiste ajeno a la conversación y con la mente en algún lugar lejano. Esa fue la primera vez que recuerdas haber tenido uno de esos lapsus que te acontecen de vez en cuando.
No comprendes muy bien qué te pasa cuando te quedas en blanco, pero te resulta tan natural como que los árboles pertenezcan a las montañas o la arena al mar.
Esos pequeños paréntesis son como trozos de ti; no sabes si trozos muy grandes o muy pequeños porque ignoras qué espacio ocupa un pedazo de vida.
Ayer mientras hablábamos, hubo un instante en que advertí que no estabas ahí; cada vez tus paréntesis son más habituales, incluso has desarrollado un método para disimularlos, una sonrisa, un asentir con la cabeza y sales del paso como si nada. Lo sé, cada vez te interesa menos lo de ahí fuera, me repites que no tiene nada que ver conmigo, que me quieres, que no lo dude, la cosa no va por ahí, dices.
Y te creo, también a mí me han invadido los paréntesis, a veces me imagino que sé lo que vas a decirme y hago que sí ladeando la cabeza, una cabeza que ya está en otra parte. La verdad es que esta última semana he sentido inquietud: parece que el fenómeno se ha extendido por la ciudad; ya no somos solo nosotros los que vivimos entre paréntesis. Sin ir más lejos, el tendero de la esquina no ha prestado atención alguna a lo que le solicitaba y claro, ¡me ha dado gato por liebre! En el trabajo todos parecían como abstraídos, algo extraño flotaba en el ambiente, los teléfonos sonaban sin descanso y nadie les hacía caso. Hasta el jefe de sección nos daba la razón sin atendernos.
Hoy, por fin, la noticia ha saltado a los periódicos, radios y televisiones. Parece que es un virus muy contagioso que afecta a gran parte de la población. Poco a poco nos vacía de ilusiones, nos provoca desconfianza y nos aísla lentamente. No se sabe muy bien cómo acabará esto, el pánico entre la población va en aumento y estos últimos días ya empiezan a oírse rumores sobre la creación de un antídoto; no he entendido nada más porque la voz que emitía la noticia por la radio hablaba muy bajo, apenas se oía nada, creo que van a substituir al locutor…
¿Me oyes? De acuerdo, ya lo sé, lo sé, al fin y al cabo… ¿A quién le importa eso?
Ilustración de la autora