Géminis

Repertorio personal para gótikos



El arte se hace cargo a menudo del tema, siempre inquietante, de los gemelos y sus similares cercanos: los siameses, los mellizos parásitos y lo que actualmente se llama «quimera humana», precioso nombre para una anomalía poco conocida, pero real.

Las quimeras son producto de la fusión de dos zigotos mellizos en un solo feto, y abarcan desde la discromía de los ojos —un ojo de cada color, que no hay que confundir con los ojos disímiles de David Bowie, producto de un accidente— y ciertos lunares y bultos de nacimiento o teratomas, hasta los espectaculares «dioses» hindúes reales. Ha habido y hay algunos de estos casos extremos, rarísimos, pero auténticos. Es muy conocido el de la niña Lakshmi Tatma, nacida con cuatro piernas y cuatro brazos. Lakshmi fue intervenida con éxito en 2007 por el cirujano Sharan Patil en una maratoniana operación costeada por el gobierno y en la que intervinieron turnándose gran número de cirujanos a las órdenes del doctor Patil.

El teratoma o bulto que prospera y vive por su cuenta es una mera ficción, que tiene un ejemplo fantástico: La mitad oscura (The Dark Half, George A. Romero, 1993), basada en la novela homónima de Stephen King. Pero hay casos límite reales, como los gemelos llamados parásitos o heterópagos, que son visibles, pero dependientes del principal, que se conoce como huésped o autósito. Suelen carecer de órganos propios funcionales. Se alimentan de su hermano y a veces llegan a provocarle la muerte por su propio crecimiento. El caso real más notable de los que conocemos es el de Lázaro Colloredo (Génova, 1617), de cuyo esternón colgaba hacia abajo la cabeza y una pierna malformada de una enorme excrecencia, que fue bautizada y a la que se puso incluso nombre: Juan Bautista, aunque no era una persona propiamente dicha, sino un parásito inerte, vivo, pero sin movimiento propio. Lázaro Colloredo, hombre rubio muy apuesto, se ganó la vida exhibiéndolo por toda Europa, donde fue admirado en las cortes y por reyes. En la actualidad tales excrecencias pueden extirparse quirúrgicamente.

Inquietante y casi increíble es el síndrome del gemelo evanescente, que muere en el útero y es absorbido por este sin llegar a nacer. El superviviente puede resultar dañado psíquicamente con un misterioso mal —carencia, depresión y sentimiento de culpa—, que nadie se explica, pues el «hermano» no llegó a existir, pero vampirizó la psique del supérstite. También cabría destacar el caso del muy cinematográfico gemelo vivo que murió con posterioridad, con el que el supérstite interactúa imaginariamente. Es el caso de El otro (The Other, Robert Mulligan, 1972) y la terrible película austriaca Buenas noches, mamá (Ich seh, ich seh, Severin Fiala y Veronika Franz, 2014), y su edulcorado y puritano remake Buenas noches, mamá (Goodnight Mommy, Matt Sobel, 2022).


Ilustración: Alamy Foto