La arena estaba caliente. La brisa era suave, agradable. El sonido de las olas, muy conseguido. Pero la luz… No sé, me parecía rara, como artificial.
Los fotones son indistinguibles unos de otros. Dos fotones individuales se confundirían entre ellos. Como aquellas dos primas que eran tan iguales que una se asustó al ver a la otra: «¡Coño! Si esa tía soy yo…». Y desde entonces viven entrelazadas en los confines cuánticos de una realidad incomprensible. Cada una en su casa. Comen, ríen y cagan al mismo tiempo. Y al mirarse en el espejo se transmutan en la bailaora del Whatsapp, y sus teléfonos emiten pitidos acompasados, como si fuesen palmeros. O palmeras. A las dos les gusta la playa y Brad Pitt. Sueñan los mismos deseos, lo que las avergüenza al unísono, sabiendo, como saben, lo que la otra sabe… Muy bonito.
Volviendo a lo nuestro. Aunque los fotones, uno a uno, sean todos iguales, los grupos, pandillas, congregaciones… masas masivamente enormes, no. Eso es lo que diferencia las luces. La naturaleza bosónica, asociativa, y sus sumas interminables en infinitas modulaciones combinadas de Fourier, son como las manos de cartas en la subasta. Tienden a rejuntar, pero siempre falta alguna. Absorbida, perdida en el espacio sideral de la baraja.
Eso es lo que produce el tono, el color, la calidez y calidad de la iluminación. Y esta de hoy es extraña.
De todos modos, la impresión general es muy buena, por realista. Sí, el planeta es pequeño. Se nota bastante la curvatura del horizonte, mucho. Al decir esto me viene a la mente el sombrero que, en realidad, como ya sabes, es aquella boa que se comió un elefante. Y una flor. Rosa quisquillosa, orgullosa, pinchosa, de celosa.
—¿Cómo lo consigues?
—Bueno, la interfaz depende del adaptador, que es cojonudo. Sirve para enchufar a la luz y al coche.
—¡Ja, ja, ja!… Todo un ingeniero planetario de irrealidades cognitivas como tú, «enchufando a la luz», me encanta. ¿Me dejas usarlo en algún cuento?
—Claro, hombre.
—Gracias. Será por eso que «la luz» no me acababa de convencer…
—No, es por el conector. Es bipolar, y en el lado del aparato, coaxial. Creo que algo se ha roto y hace una interferencia, sistemática, cíclica… Se pierde la aleatoriedad y.… bueno, yo creo que de ahí el falso espectro resultante.
—Es fácil que sí.
—Sí. ¿Y con las primas, qué hacemos?
—Iremos a verlas. Surgirá el problema de la medida, decaerá la ecuación de onda y se perderá la superposición. Volverán a ser dos personas independientes.
—Perfecto. ¿Tú cuál prefieres?
—Me resulta indiferente, son idénticas.
—Bien, pues, si no te importa, yo iré donde la rubia.
—Me parece estupendo. Lo echaremos a la carta más alta… ¿Gana el as o el rey?
—Nada de ases ni reyes, gana el dos de copas…—… Me quito el sombrero.