
Me miro al espejo
y al ver a ese pendejo,
no sólo le niego el indulto
sino que, es más, le insulto:
Eres un roña
eres un moña
eres un saco de ponzoña:
–del peor muerto, su carroña.
Eres un pazguato:
–no me llegas a la suela del zapato.
Mas entonces me ladeo,
y desde el otro lado me veo:
–siempre frente al espejo
con esta cara de pendejo.
Ya te voy cogiendo, ya te ficho:
tú eres un mal bicho.
¡Basta ya!
¿Cuándo dejarás
de luchar contra ti mismo?
Echa a un lado el victimismo
y la pugna con Satanás.
¡Basta ya!
A partir de ahora cumplirás
tus tres mandamientos
inscritos en la rosa de los vientos:
fe, esperanza y caridad
–porque otras no,
pero ésas las puedes dar.
Y no, por favor,
con cuentos no me vengas:
porque, aunque no las tengas
–darlas las puedes dar:
fe, esperanza y caridad.
Un poquito de fe
para ti mismo
–y al prójimo que esté
sumido en el pesimismo.
Algo de esperanza
para alegrar la vista
al mirar en lontananza
y descubrir la pista
de una bienaventuranza.
Caridad,
toda la que puedas:
de la que seas capaz
sin comulgar con ruedas
de molino
–que puedan molerte
como grano fino.
Caridad,
toda la que puedas:
para encontrar la paz
por unas y otras veredas;
para encontrar la calma
de las otras y de tu alma.