Las especies exóticas invasoras suponen un peligro para el mantenimiento de los ecosistemas locales y de la biodiversidad en el mundo y pueden afectar incluso a la salud pública. Especies como el mosquito tigre, la tortuga de Florida, la almeja asiática, la cotorra gris, el cangrejo rojo, la avispa asiática… son algunas de las más populares o conocidas por los ciudadanos.
La problemática aparece cuando las especies exóticas procedentes de otros lugares toman contacto con las autóctonas: miradas aviesas, empujones, provocaciones, insultos, canibalismo, relaciones contranatura… Así, es frecuente ver a un caballito de mar sodomizado por un Pycnonotus jocosus, a un pez payaso sometido a una sesión de bukake por un grupito de Melanoides tuberculatus, o a toda una residencia de ancianos asaltada por una banda organizada de Crepidula fornicata. Incluso, nos consta que una conocida charca fue tomada por una legión de Stultus Aberrantis que arrampló con todo lo que se le puso por delante, incluyendo textos de los colaboradores y el secuestro de ranas, sabandijas y todo el equipo corrector y editor. Una situación realmente preocupante.
El problema, lejos de solucionarse, se ha agravado en las últimas décadas debido a que muchos ciudadanos acogen en sus casas a extraños animales de compañía: cerdos vietnamitas, boas constrictoras, caimanes, iguanas, lagartos, tarántulas, guacamayos, macacos, etc., con lo que a la invasión libre del medio natural por parte de especies asilvestradas se suma la de aquellas especies salvajes adoptadas como mascotas y que, en realidad, conviven con las familias en régimen de cautividad. Frente a esta aberración, no sirven las declaraciones de los propietarios de dichos animales cuando, llevados por un ataque irracional de cariño excesivo hacia lo que consideran suyo, meten a los bichos en sus camas, los sientan a comer en sus mesas, les ponen abriguitos en invierno, les besan los morros, los sacan de paseo con collar, correa y banderita patriótica, molestando y ensuciando el barrio y, por si esto fuera poco, dicen a sus vecinos —con la cabeza muy alta— barbaridades como esta: «¡No es mi mascota, es mi familia!», con el consiguiente daño que se establece para todos los que conviven en el hogar y las molestias al resto de la comunidad de propietarios y al vecindario.
Ante esta situación se va tomando conciencia del problema por parte de las autoridades.
Un real decreto[1] aparecido hace unos años en el BOE elaboró un listado de las especies más problemáticas, aludiendo a la necesidad de adoptar medidas de control y erradicación de las mismas. Y ahí estamos.
[1] Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras. Consúltese: https://www.boe.es/eli/es/rd/2013/08/02/630/con