Shane (Alan Ladd en Raíces profundas) —o, quizá, su espíritu— regresaba puntualmente cada año a las Veladas Artísticas prenavideñas del Instituto Jaume Balmes de Barcelona. Era algo tradicional en los cursos superiores del bachillerato en la segunda mitad de los cincuenta. Particularmente, las viví en los cursos de 5º y 6º. El regreso se producía gracias a la melodía de La llamada de la lejana colina (The call of the faraway hills), interpretada por un alumno con la armónica y, como había más de un candidato a tocarla, con varios pases en cada velada. La velada la compartían algunos profesores con los alumnos en su propia clase, aunque no todos accedían porque había quien las consideraba una excusa para no tener clase, lo cual, en cierta medida, era verdad. Probablemente fuera una tradición que se remontaba a bastantes años atrás y se prolongase después, cuando yo había terminado el bachillerato.
Las veladas eran muy variadas, no sólo por las interpretaciones musicales, con armónica o guitarra, sino porque también abundaban los rapsodas, con la inevitable Canción del pirata o ¿Qué es poesía, me preguntas?, así como sketches cómicos, trucos de magia, imitaciones de profesores y hasta un contorsionista, Gastón, un chico alto, delgado y muy flexible, que consiguió convertir su cuerpo en una especie de bola. La cara de desprecio del catedrático y escritor Guillermo Diaz-Plaja no dejaba lugar a dudas sobre la opinión que le merecía la actuación del contorsionista, me suena que hijo de un prestigioso médico o economista. La imitación del catedrático de Ciencias Naturales, Ricardo Aldama, a cargo de otro alumno, Freixas, fue tan excelente que se corrió la voz y, durante varios días, hasta algunos profesores pedían que la repitiera.
La llamada de la lejana colina era el leitmotiv musical de la película, una de esas canciones inolvidables, mil veces versionada, compuesta por un gran autor de comedias musicales y bandas sonoras, Víctor Young, galardonado en numerosas ocasiones, pero no con el Oscar: 22 nominaciones sin premio. La letra fue de Mack David: 8 nominaciones y ningún Oscar. Fue una melodía que sonó infinidad de veces en todas las emisoras de radio desde su aparición y fue utilizada posteriormente como fondo musical en diversos programas de televisión, estuviera relacionada con algo cinematográfico o fuese en una obra de ficción. Shane y su banda sonora nos impactaron a los niños, adolescentes y a los ya no tan jóvenes de esos años. Adolescentes que nos sentíamos más identificados con Alan Ladd que con otros actores de westerns o de aventuras, que no podíamos por menos que encogernos en la butaca cuando aparecía el malvado Jack Palance, con aquellos pistolones que, vistos ahora, resultan exagerados. Alan Ladd era un héroe más cercano, más asequible, incluso más real: te imaginabas más como un Alan Ladd, que como un John Wayne o un Kirk Douglas.
Era de ese tipo de actores inexpresivos-expresivos, que no tienen necesidad de elevar la voz, incluso gritar; forzar el ademán o descomponerse; sereno ante cualquier circunstancia, que parecía que no interpretaba, de tan sobrio que era, pero, claro, no tenía necesidad: para exageraciones ya estaban los otros… Un carácter perfecto para que un niño o un adolescente quisiera ser como él en situaciones adversas; en el colegio, con los compañeros abusones; en la calle, con los provocadores; o, ya en un plano más íntimo, con esa vecinita que tanto me gustaba y a la que pretendía atraer de forma irresistible superando los intentos de otros vecinos más extrovertidos, simpáticos e incluso, todo hay que decirlo, mucho más guapos y con más carácter.
Vi la película en un cine de barrio, no recuerdo cuál, porque en esa época ya iba al cine solo y mi radio de acción se había ampliado, abarcando muchos más cines. Fue en una sesión doble porque mi economía no daba para más; hasta el reestreno preferente estaba lejos de mis posibilidades. En TVE imagino que se programaría alrededor de los 70, si se emitió en B/N, o años después si fue en color.
The call of de faraway hills nos impactó a los jóvenes de aquellos años, aunque no fuera nominada en ningún apartado musical de los Oscar de dicho año, ni como canción ni como banda sonora. Luego, como suele pasar con muchos cineastas, películas y bandas sonoras, el tiempo puso en su sitio a algunos marginados, mientras condenó al olvido a bastantes premiados o nominados. Escuchar en la actualidad las canciones seleccionadas en 1954 y algunas otras, aclara bastante la cuestión. En fin, debo irme, como Shane, porque…
Las sombras caen en la pradera
El día está hecho y el sol
Se desvanece lentamente fuera de la vista
Puedo oír, ¡oh, tan clara!
Una llamada que resuena en la noche
¡Sí!, escucho dulce y clara
La llamada de las lejanas colinas
No hay descanso en la pradera
No hay descanso para un alma inquieta
Que sólo nació para vagar