Capitán del Desasosiego, fragata de la Armada destino Las Indias.
Partimos del puerto de Cádiz el 20 de enero de 1721. El convoy navega sin nada digno de mención, hasta avistar las Canarias. A la altura de la isla de Hierro, la corbeta Reina de Oros se perdió en el horizonte con la mayoría de provisiones del convoy a bordo y 120 ocupantes entre oficiales y marineros. Los vigías no oyeron señales de combate. La fragata Santa María del Mar, que cerraba la expedición, fue hacia el NNE para buscarla.
Seguimos derrota por el Atlántico hacia Cabo de Buena Esperanza. He racionado la cecina y el agua hasta que haya noticias. Tenemos ron para una semana. La moral aguanta. Hay calma chicha y solo podemos mirar al cielo y ver los delfines saltando alrededor. Solo el foque está izado esperando el viento. En la bruma de esa línea azul redondeada aparece una nave oscura. Todos dicen que es mal augurio. No creo en fantasmas y mando artillar los cañones de estribor. Se acerca cada vez más, a pesar de la ausencia de viento. La marinería en los puestos de combate, veinte cañones preparados, algunos cargados con cadenas.
Miro por el catalejo: es La Reina de Oros. Desarbolada, vacía se dirige hacia nosotros. No hay viento, no sabemos cómo se mueve. Es una nave fantasma que solo conserva el mascarón de proa: una sirena rubia que canta en silencio. Ordeno virar a estribor y espero a que esté a tiro. La primera andanada destroza sus dos mástiles y las velas raídas desaparecen en el mar. El casco nos persigue, abre una estela de plata en el mar y nos embiste, rompe la bodega y la santabárbara explota quemando las dos naves.
Estoy en el agua, cogido a un barril de agua casi vacío y los gritos de miedo y dolor se mezclan con aullidos de ultratumba. Es un caos de fuego en medio de un mar que sigue imperturbable. Veo la silueta de la Santa María del Mar a lo lejos. Cuando llegue no encontrará nada y su capitán informará: «Tres días de búsqueda. Sin señales de los dos navíos. Los damos por perdidos. Volvemos a Puerto».
El Desasosiego sigue navegando. Soy su capitán. Nadie nos verá en tiempo. Hasta que aparezcamos.