—Buenos días, ¿qué te apetece?
—Buenos días. Un café con leche y un cruasán, y volver a la cama y seguir durmiendo, pero como no puede ser… pues un café con leche y un cruasán… ¿Y a ti?
—Llevarte a la cama ese café con leche y ese cruasán, y quedarme allí contigo, pero como no puede ser… ¿te lo tomas aquí, en la barra?
A veces es maravilloso que se estropee la Nespresso de la oficina, encontrar una voz detrás del aroma a café y escuchar lo suficiente para devolver la pregunta y llenarse el buche de respuestas.
Montaje sobre un fotograma de «Desayuno con diamantes».