Cántico corporal

Ultramarinos y coloniales
Versión libre de «El cantar de los cantares»

“…Se mueren de amor los ramos”
(F.G.Lorca)   

 

Vamos, amado, vamos
bajo el granado
florido, que se quiebran
de amor los ramos.
Vamos ligeros,
que se mueren de amor
por los oteros.

Tu piel contra mi piel alza un revuelo
azul de mariposas en mi vientre;
y en mi nuca, las yemas de tus dedos,
luciérnagas encienden y biznagas;
torso de lluvia y flor de tu deseo.

Vamos bajo el granado
del gozo; ven; vamos
a exprimir las granadas
de nuestros labios.
Abre mi huerto,
llave de la candela
de tus requiebros.

Carnaval de los lirios, las anémonas,
la raíz del “te quiero” y el latido;
premura de camelias y de muslos;
siento el rumor sedoso de tus rosas
y la esparcida lluvia de tus pétalos.

En mi azorada entraña,
por un resquicio,
tu mano introdujiste:
nupcial seísmo.
Lirio en las sábanas,
Chanel nº 5;
bocas trenzadas.

Incendia el río, el monte, la nevada;
despierta ruiseñores en mis pechos;
derrama azahar y mirto en mi cintura,
y que destile mi lagar almíbar
mientras me cubres cual la noche al día.

Bebe cava en mi ombligo;
sacia tu boca;
mosto de mis majuelos,
miel de mis bodas.
Mira mi estanque;
cúrame el mal de amores
con tu semblante.

Busca entre mi ramaje tu gemido;
exprime mis racimos en tu brega;
espesura de prímulas rompientes;
tus ojos en la imprenta de mis ojos;
mis ojos en tu noche constelados.

Tu hermosura florece
en el alféizar
de abril, y en la enramada
del día orea.
Beso tus ramos.
pensil de tus glicinias
entre mis manos.

Vienes de vuelo y abres en mi carne
la herida que en tu boca halla cauterio;
y estremeces la flor de mis cerezos
y nieva en la cascada de tus venas.
La noche no caerá en las azucenas.

Rodamos enlazados
por nuestro lecho.
Caemos hacia lo alto
de nuestro vértigo.
Tú te destrenzas.
Yo me hundo en los rebaños
de tu belleza.

Piel con piel en la orilla del latido,
nuestros cuerpos, en fiel de incandescencia,
se funden y el temblor que nos sacude
abre un surco en la noche que se incendia
en llamarada blanca de jazmines. 

Dos llamas que arden juntas
y un solo fuego.
Médulas que ceniza
serán del viento,
que, enamorado,
las irá en los alcores
diseminando.

Lo que importa es arder. La muerte es nada.
Si es por llama de amor, será pavesas.
Nada es el tiempo mientras cualquier boca
en las cenizas donde ardimos sople.
Donde estén nuestras ascuas no habrá noche.

Ya por el otero asoma
trémula el alba
con cuello de paloma
vulnerada.
Fusión de amantes.
Deliquio de azucenas.
Quedos ventalles.

Y Aminadab, sus carros
se fueron por los valles del olvido.
Mi amado, entre mis senos, quedó dormido.
No le despertéis. Dejadle.
Tenue bujía:
por las viñas de Engadi
amanecía.