Blowinginthewind

Entre líneas

 

 

Todo empezó un día de invierno, hace ya tiempo. Recuerdo que estábamos muertos de frío y apenas podíamos deslizar con los dedos las hojas de los libros. Fue la primera vez que no logramos encontrar un par de palabras necesarias para seguir nuestra conversación; nos pareció terrible, pero desde entonces esta situación  solo ha ido in crescendo.

Hace unos días, se ausentaron de nuevo dos palabras más y, poco a poco, nuestra vida se  ha ido transformando en una peregrinación sin fin, de palabras que van y vienen.

No dejas de preguntarte qué sucede, de qué modo huyen las  palabras y por qué se alejan de nosotros para no volver. Porque ellas también nacen y mueren y, en ocasiones, mueren porque hay quien se las lleva consigo para no estar solo eternamente. 

De pronto, esa idea te reconfortó, y decidiste buscar las palabras que te llevarías contigo para siempre. Entonces hurgaste entre los viejos papeles de tu escritorio hasta encontrar lo que buscabas: escondida en un pequeño cajón, una carta que hace años te remití y que releíste poco a poco, recordando antiguas frases que  no lograron hacerte sentir la misma emoción de entonces.

Te entristece pensar que esas palabras, que tanto quisiste, no las puedas sentir como antaño. Las palabras dicen según quién las escribe y según quién las lee. Y tú no puedes leerlas como antes porque ya nada queda de aquel que fuiste.

Al atardecer, más de una vez has visto alejarse palabras, algunas son tan viejecitas que van tambaleándose despacio con su bastón, hasta convertirse en un puntito rosado en la lejanía. 

A veces, solo a veces, logras oír de nuevo alguna de esas palabras, cuando el viento sopla o la lluvia arrecia. Entonces te dices que una palabra no es un montoncito de letras apelotonadas, ni un trozo de un escrito. Una palabra tiene vida por sí misma y merece un respeto.

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