Doña Arrepentimiento Pitaluga Pi recuerda con todo lujo de detalles la presentación como novillero, en Sevilla, de Pepín Martín Vázquez: «mejor que él no ha toreado nadie». Doña Arrepentimiento luce tocado y tinte color ceniza viernes santo que es palo muy difícil de conseguir. Espolvorea el rostro con mucho predicamento y con incierto resultado al merodear la cuenca visual, que resuelve con una eficaz muestra de azul comandancia y repique general.
Doña Arrepentimiento veranea en Cestona. «Un mes en Cestona no pone ni quita, pero deja los intestinos de estreno». Cincela los labios con un carmín rojo carruaje, eficaz y resolutivo.
Donde doña Arrepentimiento alcanza mayores dosis de seguridad es en los estampados: una mujer sin flores, ¿qué quiere Vd. que le diga? Y las flores grandes, nada de mariconerías. Los pendientes, variante moneda alfonsina, y un reloj sin variante cierran con broche de oro —a veces las frases hechas dan de lleno en la diana— los oropeles.
Nadie duda de que doña Arrepentimiento Pitaluga Pi fue agraciada en amores a pesar del aparejador irresponsable que suele cruzarse con las almas de bien y dio por casarse más tarde con un pariente lejano del futbolista Pahiño. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure, ni moneda sin dueño. Arrepentimiento, con el tiempo ha cercenado todos los rescoldos: «¿total para qué?» Su hermana Redentorista la apoya en este renuncio.
Doña Arrepentimiento no desdeña la repostería ni los versos de Antonio Gala. Son un bálsamo. Esta palabra, vaya a saber por qué, la pronuncia acentuando la segunda a.
Fotografía subrepticia del autor.